RESPUESTA A UN PROTESTANTE SOBRE SER SALVO

*El sentido bíblico de ser salvo; *¿A dónde uno va después de la muerte?; *Los fundamentos bíblicos del Purgatorio

Por Gerardo Cartagena Crespo






Revisando comentarios a mis artículos me he tropezado con el siguiente reto:

Protestante: Una pregunta a los católicos que me sepan responder, eres salvo y por que si hoy Muren adonde van a ir.......y que me sepan responder con un versículo de la biblia ....

Tu pregunta es realmente dos y las dividiré de la siguiente manera: 1. ¿Eres salvo? 2. Si hoy mueren, ¿dónde van a ir?

Y te responderé no con un versículo, sino con varios textos. A los católicos y no católicos que lean esto, les recomiendo que, Biblia en mano, busquen y lean los textos bíblicos. Pueden leer el artículo completo de corrido y luego, leyendo los textos, estudiándolo y reflexionando en él.

Sé que este protestante (y muchos como él) no va a ver... o mejor dicho, no querrá ver el fundamento bíblico de las verdades aquí expuestas, pero lo aquí escrito no es tanto para él (o ellos), sino para quienes todavía no se han atrincherado detrás de los prejuicios y odios contra todo lo que sea católico y, así, libres aún de tal ceguera, pueden todavía ver la verdad de la Iglesia Católica; pero, sobre todo, para los católicos que quieran y se interesan, se preocupan y se ocupan por buscar y conocer la verdad de su fe católica.

Que el Espíritu Santo con su luz nos guíe e ilumine para entender, vivir y amar, propagar y defender la verdad de Jesucristo en su Iglesia, la que él fundó hacen dos mil años, la Iglesia Católica.


1. ¿Eres salvo?

Una de las verdades fundamentales de la fe católica es que, nuestra salvación nos la da Jesucristo y "solo en él está la salvación" nos predica la Iglesia. Por eso la fiesta litúrgica más importante de la Iglesia es la Pascua de Resurrección. En ella la Iglesia nos invita a vivir y celebrar la Pasión, Muerte y, sobre todo, la Gloriosa Resurrección de Cristo, centro, fundamento y culmen de nuestra vida cristiana (Juan 3, 14-15; Filipenses 2, 5-11, etc.). Y para celebrarla dignamente, la Iglesia nos llama a una conversión profunda y sincera a Cristo, cuando a inicios de Cuaresma, por ejemplo, el Miércoles de Ceniza (y durante todo el año), nos invita con la siguiente reflexión: "Recuerda que polvo eres y al polvo volverás", y nos llama: "Conviertete y cree en el Evangelio".

Por eso el católico que conoce y vive esta verdad predicada y celebrada por la Iglesia (Efesios 3, 10-11), que ha puesto su mirada y confianza, no en el mundo, sino sólo en Jesús (Mateo 11, 28-30), le ha entregado su vida y persevere hasta el final, según las promesas de Cristo (Mateo 10,22; 24,11-14), se salvará. En este sentido y según la doctrina católica basada en la Biblia (como hemos visto en los textos citados de entre muchos que hay), mientras sea fiel a Jesucristo y sea él el centro de mi vida, puedo decir que soy salvo.

Pero no una salvación al estilo de muchos grupos protestantes ("salvo siempre salvo") como si nunca fuesen a pecar más en contra de lo que dice la Biblia (1Juan 1, 8-10) y que los lleva a cometer los juicios más injustos y anti-bíblicos contra sus mismos hermanos que se convierten a la Iglesia Católica: "¡Ése nunca fue salvo!", "¡Jamás fue de Cristo!", "Nunca conoció el evangelio"..., y una salta de disparates anticristianos que lo que demuestran es sus prejuicios y odio contra la Iglesia Católica y todo lo que ella representa; sino que la Iglesia que Cristo fundó predica una salvación al estilo y modo según Jesucristo (Lucas 13,22-24; Mateo 7,21-23), por el que, como San Pablo, trabajamos duro por esa salvación para no quedar descartados (1Corintios 9,24-27), y así, cooperando con la gracia de Dios, unimos nuestra vida y nuestros padecimientos a los de Cristo para así "cumplir en nuestra carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia" (Colosenses 1,24). ¿Quiere esto decir, según San Pablo, que el sacrificio de Jesucristo quedó incompleto? No. Lo que San Pablo enseña (y que la Iglesia Católica lo repite) es que, para que esa salvación sea eficaz, cada uno debe unir su voluntad y su vida a la de Cristo, y con ello trabajos, reposo y alegrías, fatigas y sufrimientos, salud y enfermedad, obras de caridad..., en otras palabras, toda nuestra vida y lo que somos.

En esto las enseñanzas de Jesucristo y San Pablo están acorde con las enseñanzas de la Iglesia Católica, no así con la protestante que enseña lo innecesario e inútiles de tales actos por los que, los católicos, nos unimos a los sufrimientos de Jesucristo. Luego ¿cuál doctrina es la bíblica, la católica que, como San Pablo, predica y enseña la unión de nuestros sufrimientos a los de Cristo para completarlos por el bien de Su cuerpo, que es la Iglesia, o la protestante que enseña todo lo contrario? Así, como San Pablo, los católicos aseguramos nuestra salvación (1Corintios 9,24-27).


2. Si hoy mueren, ¿dónde van a ir?

Bueno, depende cuál es tu visión del más allá después de la muerte, pues en esto los protestantes NO están de acuerdo. Mientras unos enseñan, amparados en la Biblia, que después de la muerte no hay nada más, y otros, con la misma autoridad bíblica, ven dicho proceso como un estado de inconsciencia donde nadie se da cuenta de nada, y cuya conciencia volverán a adquirirla en el juicio final, otros con Biblia en mano enseñan una continua conciencia ya en el cielo ya en el infierno... Pero ¿y los católicos?...

Primero, la Iglesia Católica enseña que "está establecido que el hombre muera una sola vez y después el juicio" (Hebreos 9,27; 2Corintios 5,10)... Pero ¿qué tanto después? Jesús con la parábola del rico y del pobre Lázaro nos deja ver que, inmediatamente después de la muerte hay un juicio particular por el que se establece el destino eterno de los personajes (Lucas 16,19-31).

Segundo, como vemos en esta enseñanza del mismo Cristo, no hay ni existe un periodo de inconsciencia entre la muerte y el juicio final, ni tampoco una supuesta aniquilación como enseñan algunas sectas, sino una continuidad de la conciencia de cada persona en el estado que le ha tocado vivir. Por eso la Iglesia Católica puede enseñar como lo hizo San Pablo: “Deseo partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor” (Filipenses 1, 22-24).

Así, para San Pablo, la muerte no es quedarse en la tumba en un estado de inconsciencia, sino una transformación y cambio de estado de vida y existir en Cristo; vida que se da en la presencia de Dios Padre en el cielo. Por lo que esta realidad es esperanzadora para los que quedamos en la tierra testimoniando y dando a conocer el Evangelio de la salvación, por lo que podemos decir como San Pablo: “...siempre llenos de buen ánimo, sabiendo que, mientras habitamos en el cuerpo, vivimos lejos del Señor, pues caminamos en la fe y no en la visión... Estamos, pues, llenos de buen ánimo y preferimos salir de este cuerpo para vivir con el Señor. Por eso, bien en nuestro cuerpo, bien fuera de él, nos afanamos por agradarle” (2Corintios 5, 6-9). De esta manera, si el servicio por el Evangelio de Jesucristo nos ha de proporcionar un beneficio tan grande y glorioso, que sea como dice San Pablo: “Para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia” (Filipenses 1,21). Y esta ganancia será en la presencia de Dios Uno y Trino en un estado de vida totalmente consciente, no en la tumba como si no se existiera.

Tercero, y ¿el Purgatorio? Esta sería la pregunta que de seguro estás buscando, con tu pregunta, para que se dé una respuesta y que, según tu visión protestante, no tiene fundamento bíblico. Veamos.

1. Jesús nos invita a ser santos y perfectos como lo es Su Padre, es decir, la Biblia nos enseña y advierte que nada manchado puede estar ante la presencia de Dios, por consiguiente, esa santidad y perfección tiene que ser en grado de absoluta pureza y perfecta caridad (1Corintios 13). Es decir, la entrada al cielo no va a ser ni es nada fácil (Lucas 13,22-30; Mateo 7,21-23; 10,22; 24,11-14; 1Corintios 9,24-27).

2. Y Jesús nos advierte que "yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado" (Mateo 12,36-37).

Ahora bien, sucede que para ustedes los protestantes no existe diferencia en la gravedad de pecados y, por consiguiente todo pecado lleva a la condenación eterna, es decir, que son pecados de muerte. Luego por causa de estas "palabras ociosas" serán condenados todos los que con ellas mueran. Los pecados veniales no existen, eso es una invención de los "curas" para engañar. Además esa diferencia de pecados mortales y veniales no está en la Biblia. Veamos.

San Juan nos dice y enseña que "si alguno ve que su hermano comete un pecado que no es de muerte, pida y le dará vida -a los que cometan pecados que no son de muerte pues hay un pecado que es de muerte, por ése no digo que pida-. Toda iniquidad es pecado, pero hay pecados que no llevan a la muerte" (1Juan 5,16-17).

Como vemos en esta enseñanza de San Juan, sí existe una marcada y profundísima diferencia entre el pecado que lleva a la muerte (pecados mortales y por ello de condenación eterna) del que no lleva a la muerte (pecados veniales y por consiguiente, que no llevan a la muerte o condenación). Lo interesante de la enseñanza de San Juan es que deja bien claro dicha diferencia al indicar que "toda iniquidad es pecado, pero hay pecados que no llevan a la muerte", a diferencia de la enseñanza protestante que dice todo lo contrario. Luego ¿cuál doctrina es la bíblica, la católica o la protestante?

Por consiguiente, si hay pecados que NO son de muerte y siendo la muerte espiritual camino seguro a la condenación eterna, estos pecados no de muerte tampoco son de condenación eterna pero también impiden el acceso al Reino de Dios en el cielo. Entonces ¿A dónde deben dirigirse los que mueran en ese estado de pecados no de muerte? Continuemos.

3. También Jesús nos advierte que "Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano "imbécil", será reo ante el Sanedrín; y el que le llame "renegado", será reo de la gehenna de fuego" (Mateo 5,22: Biblia de Jerusalén). En esto muchísimos protestantes fanáticos (y algunos católicos también para con los protestantes) fallan y faltan a la caridad al llamar a los católicos "hijos del diablo", y de modo generalizado "adulteros, borrachos, asesinos, pedófilos y violadores, idólatras y adoradores de demonios...", dando la impresión, con este modo de juzgar, que han bajado a Jesucristo del Trono de Justicia y se han sentado ellos, recitando todas estas palabras "ociosas" sin ninguna distinción de persona. Según lo dicho y advertido por Jesucristo, el juicio sobre ellos (estos protestantes) será terrible. Y tú dirás que quien se arrepiente y acepta a Jesucristo como su Salvador, será limpiado y la sangre de Cristo borrará sus pecados. Sí, es cierto y como católicos así lo creemos, pero el daño hacia la persona calumniada y difamada está hecho y merece, por caridad y justicia, ser reparado. Entonces ¿qué nos dice la Biblia al respecto.

4. Para los católicos esa reparación se dará de dos maneras, una, en este mundo, esforzarse por corregir el daño producido al prójimo, por ejemplo, desmintiendo las calumnias y restituyendo, en lo posible, la dignidad del calumniado; y con actos de caridad, como bien enseña San Pablo, al unir todos los actos de nuestra vida a los sufrimientos de Cristo por el bien de su cuerpo, que es la Iglesia (Colosenses 1,24).

La otra se dará después de la muerte, si la reparación en esta vida no se logra totalmente o es imperfecta. Y preguntarás tú, "¿dónde está eso en la Biblia?"

¿Cómo se va a realizar esa reparación o purificación? Es San Pablo quien nos da las pautas para interpretar dicho proceso o estado de purificación. Dice en 1Corintios 3, 10-15:

“Conforme a la gracia de Dios que me fue dada, yo, como buen arquitecto, puse el cimiento, y otro construye encima. ¡Mire cada cual cómo construye! Pues nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo. Y si uno construye sobre este cimiento con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja, la obra de cada cual quedará al descubierto; la manifestará el Día, que aparecerá con fuego. Y la calidad de la obra de cada cual, la probará el fuego. Aquél cuya obra, construida sobre el cimiento, resista, recibirá la recompensa. Mas aquél, cuya obra quede abrasada, sufrirá el castigo. Él, no obstante, quedará a salvo, pero como quien escapa del fuego”.

a. “Conforme a la gracia de Dios que me fue dada, yo, como buen arquitecto, puse el cimiento, y otro construye encima.”

Es decir, la predicación y anuncio del Evangelio es como una construcción que cada cristiano debe realizar e ir fomentando, asegurándose de que otros continúen con la obra, que no es otra cosa, que la construcción del Reino de Dios en los corazones de cada hombre y mujer.

b. “¡Mire cada cual cómo construye! Pues nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo.”

Y esa construcción debe estar fundamentada en Jesucristo y su Evangelio de Salvación. No se puede construir el Reino de Dios basado en conceptos puramente humanos y separado de esta realidad trascendental, como el pretender que la misión de la Iglesia sea puramente socio-cultural o, por un falso respeto humano, mantener silencio ante situaciones de pacado como el uso de anticonceptivos en los matrimonios católicos, divorcio y adulterio...; negación o silencio de ciertas verdades fundamentales de la fe católica... ¿Cómo estás construyendo tu vida cristiana y la de los demás?

c. “Y si uno construye sobre este cimiento con oro, plata, piedras preciosas,...”

Aquellos que han puesto su talento a producir (Mateo 25, 14-30) al cien, al sesenta y al treinta por uno (Mateo 13, 23) y que, como siervos fieles, hicieron como les mandó su patrón (Lucas 12, 37-38.43-44).

d. “...madera, heno, paja,”

Es aquel siervo que, sin saberlo, hace lo que le desagrada a su patrón (Lucas 12, 48), o aquel administrador que por pereza, aunque no esconde o entierre su talento, se conforma con los intereses (Mateo 25, 25-27), o no es capaz de perdonar (no en asuntos graves donde está envuelto el odio, rencor, que son actos de condenación eterna) por lo que deberá pagar una pena o condena temporera, pero muy dolorosa (Mateo 5, 25-26; 18, 32-35).

e. “...la obra de cada cual quedará al descubierto; la manifestará el Día, que aparecerá con fuego. Y la calidad de la obra de cada cual, la probará el fuego.”

¿Qué Día? El día del Juicio Final en el que quedará manifiesto la obra de cada cual, tanto cristianos como no cristianos, creyentes como no creyentes. Será un Día terrible para unos y glorioso para otros. También se refiere en el momento después de la muerte individual de cada ser humano  (y de hecho podemos interpretarlo así teniendo muy en cuenta lo que Jesucristo, con la parábola del rico y Lázaro, y San Pablo nos ha dicho).

Y ¿cuál obra? La realizada en la caridad según el amor a Dios y al prójimo. ¿Cómo estás construyendo tu obra según la caridad? Como el oro, como la plata o con piedras preciosas. O eres de los que te conformas con la madera, el heno o la paja. ¡Cuidado! No sea que, creyendo construir con lo mínimo indispensable para la salvación, te encuentres que ni con eso has sabido construir y quedes descalificado.

f. “Aquél cuya obra, construida sobre el cimiento, resista, recibirá la recompensa.”

Aquellos héroes de la caridad cristiana que supieron vivir a plenitud el llamado a la santidad y perfección exigida por Cristo.

g. “Mas aquél, cuya obra quede abrasada, sufrirá el castigo. Él, no obstante, quedará a salvo, pero como quien escapa del fuego”.

Ante la justicia divina son todos aquellos que, por una razón u otra, cumplieron imperfectamente, han pasado a la otra vida en pecados que no son de muerte (veniales), han realizado actos de caridad imperfectos, pena temporal por los pecados ya perdonados sin la debida satisfacción o reparación, y cualquier condición que, aunque no lleve a la condenación eterna, produce en el alma tal desequilibrio que la incapacita para entrar en la presencia del Todo y Tres veces Santo. Son los que se han conformado con los intereses. Sí, se salvarán, como nos asegura San Pablo, pero sufrirán el castigo del fuego. Clara alusión a una dolorosa y eficaz purificación o purgatorio.

Pero como ustedes los protestantes no creen en este estado de purificación, podemos interpretar que, con tantas "palabras ociosas" contra los católicos lo que les espera es... de seguro que no el cielo.

Pero no se preocupen ni desesperen, ante esta lamentable situación, la infinita misericordia de Dios ha creado un estado donde las almas serán purificadas en el amor, pero de un modo muy doloroso y que la Iglesia llama Purgatorio.

5. Ahora bien ¿Jesucristo enseñó tal estado de purificación? 


Las parábolas del Reino, ¿nos muestran y dan a entender que Cristo enseñó sobre un estado no eterno de purificación? Con referencia a las parábolas podemos leer en el Evangelio de Mateo lo siguiente:

“Todo esto dijo Jesús en parábolas, y nada les hablaba sin parábolas, para que se cumpliese el oráculo del profeta: «Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo»” (Mateo 13, 34-35).

1. El propósito de las parábolas

Las parábolas de Jesús (basadas en la experiencia humana) están hechas para transmitir el mensaje del Reino; están estructuradas de tal manera para que puedan ser entendidas por quienes estén dispuestos a aceptar el mensaje de la Salvación y a ponerlo por obra.

Las parábolas de Jesús no son para conocer ni aprender sobre cosas del mundo como la pesca, ni ganadería, ni administración, ni agricultura... Sino para aprender y conocer todo lo referente a las verdades del Reino de Dios, las verdades evangélicas y eternas. Luego, es en esta línea de pensamiento de fe en el que hay que interpretarlas. Qué es lo que Jesús me quiere revelar y enseñar para mi vida de fe y en orden a la fe que hay que creer. Por ejemplo, en la parábola del sembrador (Mateo 13, 3-9.18-23) Cristo nos enseña cómo tenemos que tener la voluntad y qué tan preparado debemos estar en mente y corazón para acoger su Palabra, para que produzca el fruto deseado y no se eche a perder. O aquellas parábolas por las que nos da a conocer la misericordia de Dios como la parábola de la oveja perdida o la del hijo pródigo, o las que tienen que ver con el perdón o el estar siempre en vela para no ser sorprendidos en la última hora.

Entendiendo el sentido de las parábolas podremos saber si Cristo enseñó o dio a entender un estado de castigo no eterno, sino temporal que, en nuestro caso, sería el Purgatorio.

2. Parábolas que indican un destino eterno

Para saber si Cristo enseñó sobre un estado de castigo no eterno y purificador, primero veamos qué nos dice sobre el castigo eterno del infierno.

Hay varias parábolas que indican con toda claridad que Jesucristo sí enseñó sobre la existencia de un estado de condenación eterno para quienes obran el mal y en él mueren.

El primero y más patente (que ya he mencionado) es el del rico y el pobre Lázaro, por el que el rico, una vez terminado el curso de su vida, es arrojado al infierno o lugar o estado de tormentos eterno (ver: Lucas 16, 19-31).

Otras parábolas por las que Cristo nos enseña la realidad del Infierno o condenación eterna son:

a. La parábola del mayordomo o del siervo (Mateo 24, 45-51) en la que indica que al siervo infiel “le separará y le señalará su suerte entre los hipócritas; allí será el llanto y el rechinar de dientes.”

b. En la parábola de las diez vírgenes (Mateo 25, 1-13) Jesús nos dice que a los imprudentes (como a las cinco vírgenes necias) los dejará fuera, sin reconocerlos, en las tinieblas (figura de lo que es la condenación eterna).

c. En la parábola de los talentos (Mateo 25, 14-30) al que enterró su talento (y en él a los que obran de igual modo) “a ese siervo inútil, echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.”

d. En la parábola de la red (Mateo 13, 47-50), Jesús nos indica que así como los peces buenos son echados en canastos y los malos son arrojados al mar, así también será al fin del mundo, “saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes.”

e. Con la parábola de la cizaña (Mateo 13, 24-30 y su explicación en 13, 36-43), Jesús concluye con la siguiente advertencia: “El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.”

Por consiguiente, las parábolas del Reino que hacen referencia a las “tinieblas exteriores”, al “horno de fuego”, al “llanto y rechinar de dientes” es una clara evidencia de que Jesús habló y enseñó sobre la existencia real de un estado de tormentos eterno que conocemos como infierno, y que la Iglesia reconoce y enseña como una verdad fundamental de fe, es decir, de divina revelación, y como tal estamos obligados a creer, enseñar y defender. (Ver: Catecismo de la Iglesia Católica 1033-1037, 1861).

3. Parábolas que indican un destino temporal

Ahora bien, así como Jesús da a conocer la verdad y realidad de un lugar o estado de tormentos eternos para quienes obraron y obran el mal y en él mueren, también, en algunas de las parábolas, Jesús nos enseña y nos da a conocer un lugar o estado de sufrimientos pero no eterno.

La siguiente parábola nos deja entrever que dicho estado, aunque de sufrimientos, no es eterno.

En Lucas 12, 35-48, Jesús hablando de la grave responsabilidad de los siervos para con su Señor, nos invita a ser como el siervo fiel que hace lo que su Señor le ha mandado, éste recibirá una gran recompensa; mientras que al imprudente y mal siervo lo separará y lo pondrá entre los infieles (alusión a la condenación eterna). Y Jesús concluye diciendo (versículos 47-48): “Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su Señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más.”

Es lógico y de sentido común y según justicia que quien haya obrado el mal con pleno conocimiento y consentimiento, se entiende que ha actuado con plena maldad, por lo que su acción es del todo grave o mortal, por lo que su castigo será la condenación eterna; mientras el que ha obrado, según San Juan, en pecado que no es de muerte, es decir, que no ha hecho lo que Dios le pide ya sea por ignorancia no culpable, por desconocimiento pleno o parcial de la gravedad del acto o por coacción de la conciencia y de la libertad, se entiende que, si se salva, sufrirá un castigo pero no eterno, sino temporal, "recibirá pocos azotes".

Y hablando de castigo temporal, en la siguiente parábola (Mateo 18, 23-35) Jesús nos enseña sobre la importancia y necesidad de perdonar de verdad. Al siervo que no perdonó a su compañero, Jesús nos dice que “encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía.”

Lo interesante de esta parábola es que Jesús termina con la siguiente advertencia: "Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas" (vs. 35).

En esta parábola vemos que Jesús no utiliza, como en las parábolas que hablan del infierno, los términos de “horno de fuego”, o “tinieblas exteriores”, o “llanto y rechinar de dientes”, sino que nos habla de una cárcel donde se deberá pagar ¿o purificar? la deuda contraída, hasta que pague todo. Es decir, una vez se haya pagado dicha deuda se podrá salir de allí. Verdad esta en la que Jesús indica que el Padre celestial hará lo mismo.

Luego, esta parábola como la anterior nos enseña sobre la existencia de un lugar o estado de vida después de la muerte no eterno, sino temporal.

Y hablando de cárceles, Jesús, como advertencia y enseñanza de vida cristiana y en la misma línea del perdón (Mateo 5, 21-26), nos indica que debemos tener buenas relaciones con el prójimo, específicamente con el contrario, no sea que “nos entregue al juez y el juez al guardia, y te metan a la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo.”

Recuerda, dejándonos llevar del contexto Jesucristo no está hablando meramente de tribunales temporales, sino de lo que nos sucederá en el más allá, en el verdadero Juicio, el de Dios.


Luego, la realidad del Purgatorio, como hemos visto, es una doctrina que puede ser muy fácilmente establecida como una verdad enseñada por Jesucristo, San Pablo y San Juan. Es decir, la doctrina del Purgatorio SÍ es bíblica.

Que a dónde vamos después de la muerte, dependerá de cómo se ha realizado la obra exigida por el patrón (Lucas 12,35-48), y cómo el creyente construye la obra que está llamado y obligado a realizar (1Corintios 3,10-15).


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