Naturaleza del verdadero y único Dios II

Por: Antonio Royo Marín, OP




Segunda parte: *Hermosura infinita de Dios; *Infinidad de Dios; *Inmensidad y ubicuidad de Dios; *Inmutabilidad de Dios; *Eternidad de Dios; *Unicidad de Dios

D. Hermosura infinita de Dios

Noción de hermosura. Lo bello o hermoso es aquello cuya vista agrada y deleita. Resulta de una combinación armoniosa y esplendente de lo bueno y lo verdadero.

Según Santo Tomás, para que haya belleza se requieren tres condiciones:

1. Integridad o perfección, porque lo incompleto e imperfecto no es bello, sino más bien feo y deforme.

2. Proporción y armonía, porque sin ellas el objeto continúa deforme y no puede agradar al que lo vea.

3. Claridad, o cierto resplandor del objeto que cautiva al que lo contempla; y así, por ejemplo, llamamos bellas las cosas que tienen un nítido color.

Nótese, sin embargo, que estas características se refieren más bien a las cosas sensibles o materiales. Por encima de esta belleza material, y de un modo incomparablemente más perfecto, se da la belleza espiritual, que, captada por el entendimiento, le llena de agrado y deleita. A Dios corresponde la belleza en este último sentido y en grado supremo o infinito.

Nota. Uno de los objetos de máximo placer y gozo de los bienaventurados en el cielo, después del amor y la bondad, es la contemplación de la infinita belleza y hermosura de Dios que deleita y satisface a plenitud la necesidad y búsqueda de la felicidad del corazón de la criatura racional (tanto humana como angélica).

Y así, los bienaventurados que en este mundo no fueron físicamente agraciados en belleza, resplandecerán con una hermosura tal, que superarán, de modo inimaginable, al ser más bello que haya existido en este mundo.


E. Infinidad de Dios

Noción y división de infinito. Infinito es aquello que no tiene término ni límites. Pero esto puede entenderse en sentido absoluto o en sentido relativo:

1. Infinito absoluto es aquel que no tiene término ni límite alguno ni en potencia ni en acto. Es, como veremos, propio y exclusivo de Dios.

2. Infinito relativo (llamado también indefinido) es aquel que no tiene límites en potencia, pero sí en acto, o sea que en sí mismo es siempre limitado. Tal es el llamado infinito matemático (el número, la línea o la extensión) que no tiene límites en potencia (ya que el número, la línea o la extensión pueden crecer indefinidamente, sin alcanzar jamás un término infranqueable), pero sí en acto, o sea que de hecho en sí mismo es siempre limitado, sin que pueda existir infinito en la realidad, ya que es imposible un número, una línea o una extensión actualmente infinita, o sea que no pueda ser mayor.


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Nota. Ni el universo, ni tan siquiera el espacio que lo contiene, es infinito.

Por eso, según la teoría de la Relatividad de Einstein y, con ella, la Teoría del Big Bang, enseña que el universo (materia, energía, tiempo y espacio) tiene unos límites pues su origen se remonta al primer instante del Big Bang. De aquí también que la Teoría de la Relatividad también enseña que el universo es cuatridimensional, es decir, que es finito aunque ilimitado, pues no posee bordes, como una esfera. (No importa en qué parte del universo te encuentres, siempre tendrás la impresión de ver, en cualquier dirección, hacia lo infinito, aunque éste no lo sea).

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El argumento fundamental para demostrar la infinitud de Dios es el hecho de que sea el Ser subsistente por sí mismo, o sea la plenitud absoluta del Ser, que no está limitado ni coartado absolutamente por nadie ni en ningún sentido.


F. Inmensidad y ubicuidad de Dios

Noción de inmensidad y de ubicuidad. Aunque a veces se usan indistintamente las palabras inmensidad y ubicuidad, no significan exactamente lo mismo.

1. Inmensidad, en el sentido teológico que aquí nos interesa, significa la aptitud del ser divino para existir en todas las cosas y en todos los lugares. Es la omnipresencia aptitudinal o potencial que se daba ya en.Dios antes de la creación del mundo, a pesar de que entonces no estaba Dios presente en ningún lugar, ya que no existía todavía lugar alguno. Dios inmenso estaba presente en sí mismo, no en las cosas, que todavía no existían.

2. Ubicuidad, en cambio, significa la presencia actual de Dios en todas las cosas y lugares. Supone la creación y existencia de las cosas.

Es, sencillamente, la omnipotencia actual de Dios en todo cuanto existe.

Distintas maneras de presencia. En el orden natural y filosófico cabe distinguir una triple manera de estar presente en una cosa o lugar:

1. Por presencia, visión o conocimiento, cuando las cosas están presentes ante nuestra mirada o conocimiento. En este sentido se dice que los alumnos de una clase están presentes a la mirada de su profesor, que los está viendo a todos desde su tarima.

2. Por potencia, influjo o poder, cuando se deja sentir el poder o influjo de una persona en algún lugar aunque no esté materialmente presente en él. Y así, por ejemplo, el poder del rey se extiende a todos los lugares de su reino aunque no esté personalmente presente en todos
ellos.

3. Por esencia o substancia, cuando una cosa está realmente presente en el lugar que ocupa.

Como veremos, Dios está presente en todas las cosas de este triple modo.

Dios está en todas partes por esencia, presencia y potencia. He aquí el breve y contundente razonamiento de Santo Tomás: “Dios está en todas partes por potencia en cuanto que todos están sometidos a su poder. Está por presencia en cuanto que todo está patente y como desnudo a sus ojos. Y está por esencia en cuanto está en todos como causa de su ser,...”

1. Por potencia, en cuanto que todas las cosas las tiene sometidas a su poder. Con una sola palabra las creó y con una sola podría aniquilarlas todas.

2. Por presencia, en cuanto que Dios tiene continuamente ante sus ojos todos los seres creados, sin que ninguno de ellos pueda substraerse un solo instante de su mirada divina.

De día o de noche, con la luz encendida o apagada, estamos siempre ante la mirada de Dios. Cuando pecamos, lo hacemos ante Dios, cara a cara de Dios.

3. Por esencia, en cuanto que Dios está dando el ser a todo cuanto existe. No existe ni puede existir un ser creado que no esté de esta manera repleto de Dios. En este sentido, Dios está presente incluso en un alma en pecado mortal y hasta en el mismo demonio. Si Dios se retirara de un ser cualquiera -retirando, por consiguiente, su acción conservadora, que equivale a una creación continua-, al punto ese ser volvería a la nada, quedaría completamente aniquilado. Por eso ha podido escribir un pensador con frase gráfica que, “si Dios pudiera dormirse, despertaría sin cosas”.

Cuando cometemos un pecado, estamos ofendiendo a Dios en el momento mismo en que nos está dando el ser. Es imposible imaginar una ingratitud mayor.

Verdad teológica de la presencia de Dios. No es una ilusión del alma, sino una verdad dogmática y de fe, que estamos continuamente en presencia de Dios. En Teología se distinguen hasta cinco maneras distintas de presencia de Dios:

1. Presencia de inmensidad. Como hemos visto, es la virtud divina de estar realmente presente en todas las cosas -et intime, dice Santo Tomás-, hasta en un pequeño granito de arena.

2. Presencia de inhabitación. Es una presencia especial realizada por la gracia y las operaciones de ella procedentes en virtud de la cual Dios está presente en el alma justificada en calidad de amigo, haciéndola participante de su propia vida divina.

3. Presencia sacramental. Es la que tiene Jesucristo en el sacramento de la Eucaristía. En virtud de la consagración eucarística, Jesucristo está realmente presente bajo las especies de pan y vino, aunque con una presencia especialísima, que prescinde de la extensión y el espacio.

4. Presencia personal o hipostática. Es propia y exclusiva de Jesucristo. En virtud de ella, la humanidad adorable de Cristo subsiste en la persona misma del Verbo. Por eso, Cristo es personalmente el mismo Dios, la segunda persona de la Santísima Trinidad hecho hombre.

5. Presencia de visión o de manifestación. Es la propia del cielo.

Dios está presente en todas partes; pero no en todas se deja ver, sino sólo en el cielo, ante la mirada atónita de los bienaventurados (visión beatífica). Sólo allí se manifiesta Dios cara a cara.

Ahora bien, de estas cinco presencias, las que más directamente afectan al ejercicio de la presencia de Dios son las dos primeras, o sea la presencia de inmensidad y la de inhabitación. La primera nos sigue a todas partes aun cuando el alma estuviera en pecado mortal; la segunda es también habitual y permanente, pero sólo para las almas en gracia.


G. Inmutabilidad de Dios


Nociones previas. La inmutabilidad es un concepto radicalmente opuesto a todo cambio o mutación. Aplicado a Dios, consiste en aquel atributo divino en virtud del cual Dios permanece siempre el mismo, sin experimentar jamás la menor inmutación o cambio de cualquier naturaleza que sea.

Clases de inmutabilidad. La inmutabilidad puede referirse a cualquiera de los tres órdenes de mutaciones que pueden considerarse en los seres, a saber, metafísica, física y moral.

1. Mutación metafísica es aquella cuyo término formal es el ser en cuanto ser, ya sea produciéndolo de la nada (creación), o cambiándolo en otro ser (transubstanciación), o destruyéndolo en cuanto tal (aniquilación).

Propiamente hablando, en la creación y aniquilación no hay movimiento o mutación, porque en la primera falta el punto de partida (la nada no existe), y en la segunda el término de llegada (por la misma razón).

2. Mutación física es aquella que afecta a un sujeto real que permanece bajo la mutación o cambio. Se subdivide en substancial, si el cambio o mutación afecta a la substancia misma de una cosa (ejemplo, la materia prima cambiando de forma substancial. 

Nota, la madera que el fuego cambia en carbón, el átomo de hidrógeno que una estrella cambia en helio), y accidental si el cambio afecta únicamente a algunos de sus accidentes (ejemplo, al color, tamaño, lugar donde se encuentra, etc.).

3. Mutación moral es la que afecta a las operaciones de la voluntad (ejemplo, cambiándose de buena a malo, o el amor en odio).

Doctrina católica. Es de fe que Dios es absolutamente inmutable, o sea, no sufre ni puede sufrir mutación alguna de cualquier naturaleza que sea. Y, según esta verdad, es completamente cierto que, la inmutabilidad absoluta es propia y exclusiva de Dios, de suerte que todas las criaturas son de suyo mudables, extrínseca o intrínsecamente.

Solución de las dificultades. Aunque la doctrina de la absoluta inmutabilidad de Dios es del todo clara y evidente, plantea, sin embargo, algunas dificultades prácticas, cuya solución nos ayudará a comprender mejor el verdadero alcance de este atributo divino.

1. Dificultad: Dios odia al pecador que antes amó. Sabemos, en efecto, que Dios ama al hombre virtuoso y odia al pecador. A Judas lo amaba cuando, con buena voluntad, seguía al Maestro; pero tuvo que odiarlo cuando le traicionó. Luego parece que Dios cambia o se muda.

Respuesta. Esta dificultad se desvanece si consideramos que Dios ama siempre la virtud y odia siempre el pecado dondequiera que estén. Por eso amó a Judas cuando se guarecía bajo la virtud, y le odió cuando el mismo Judas se metió en el ámbito, odiado por Dios, del pecado. Todo el cambio lo realizó el mismo Judas, pasándose de la virtud al pecado. Dios permanece inmutable, amando el bien y odiando el mal donde quiera que estén.

2. Dificultad: Dios se convirtió en Creador. Dios creó al mundo en el tiempo. Luego de no Creador pasó a Creador. Luego hubo en Él un cambio o mutación.

Respuesta. Dios pensó crear el mundo desde toda la eternidad, y el mundo empezó a existir cuando Dios había decretado que existiera. El decreto de crear, que es lo intrínseco de Dios, es tan eterno como Dios.

La ejecución de ese decreto, que es lo extrínseco de Dios, fue temporal, es decir, tuvo lugar en el tiempo.

Un ejemplo aclarará estas ideas. Un hipnotizador manda al hipnotizado que a los ocho días realice tal acción. Éste así lo hace, aunque el hipnotizador ni se acuerde ya, ni piense más en la orden que dio, y aunque se haya muerto. Así Dios Creador: el mundo aparecerá en el tiempo en virtud del decreto eterno de Dios. Este decreto de crear y su ejecución en el tiempo, ninguna acción ni operación nueva suponen en Dios. La aparición del mundo exige, naturalmente, una transformación total en la criatura, que pasa del no ser al ser; pero no pone en Dios cambio ninguno, sino únicamente le añade una mera denominación: la de Creador.

3. Dificultad: El milagro y la oración. El milagro altera las leyes de la naturaleza que el mismo Dios señaló; luego Dios cambia de parecer al realizar esa excepción de sus propias leyes. Dígase lo mismo de la oración, con la cual tratamos de conseguir alguna gracia que quizá no conseguiríamos sin ella; luego la oración hace cambiar los designios de Dios sobre nosotros.

Respuesta. Desde toda la eternidad, Dios decretó las excepciones de las leyes naturales que se habrían de realizar en el tiempo (milagros) y las gracias que concedería a nuestra oración humilde y perseverante. Lo intrínseco a Dios (el decreto) es eterno e inmutable; su ejecución en el tiempo es lo único que experimenta la mutación.

4. Dificultad: La encarnación del Verbo. Es de fe que el Verbo divino se hizo hombre. Luego empezó a ser lo que antes no era. Luego el Verbo divino experimentó un cambio o mutación.

Respuesta. La encarnación no produjo ningún cambio o mutación en la naturaleza divina ni en la Persona del Verbo, sino únicamente en la humanidad de Cristo que fue asumida o levantada por el Verbo a la unión personal con Él.

5. Dificultad: El lenguaje de la Sagrada Escritura. Acercarse y alejarse presuponen movimiento, y la Escritura atribuye estas cosas a Dios, pues dice el apóstol Santiago: “Acercaos a Dios y Él se acercará a vosotros” St. 4, 8.

Respuesta. La Escritura aplica a Dios esas expresiones en sentido metafórico. A la manera como decimos que el sol entra o sale de una casa cuando sus rayos penetran o no en ella, Así se dice también que Dios se acerca o se aleja de nosotros cuando recibimos o nos sustraemos al influjo de su bondad.


H. Eternidad de Dios


Noción previa. Es preciso, ante todo, distinguir el concepto de eternidad de otros conceptos que se refieren a la duración. Y así:

1. La duración es un concepto análogo aplicable a la eternidad, al evo y al tiempo, aunque en forma muy distinta, como veremos enseguida. La duración implica únicamente permanencia en el ser, con sucesión de tiempo o sin ella. Toda duración supone un ser existiendo actualmente. Mientras continúe en el ser, puede decirse de él que dura.

2. La eternidad es una duración sin principio, sucesión sin fin. Es clásica la definición de Boecio admitida por todos los teólogos: es la poseción total, simultánea y perfecta de una vida interminable. Es, como veremos, propia y exclusiva de Dios, con cuya divina esencia se identifica realmente, de suerte que debe decirse que Dios es su propia eternidad más bien que Dios es eterno.

3. El evo es la duración y medida de aquellas cosas que son incorruptibles en cuanto a su substancia, pero son mudable o variables en cuanto a sus operaciones (pensamientos, efectos, etc.). Se miden por el evo las substancias espirituales creadas (ángeles y almas racionales), y las operaciones connaturales del entendimiento de los ángeles por las que se conocen necesariamente. El evo tiene principio, pero no fin, y es más excelente o perfecto que nuestro tiempo, pero no abarca bajo su ámbito a todos los tiempos, como los abarca la eternidad, en la que no hay principio, sucesión ni fin.

4. El tiempo continuo es la duración y medida de aquellas cosas que cambian o se mudan en su propio ser (que puede corromperse) y en sus operaciones (movimiento local, alteración, aumento, etc.). El tiempo se opone radicalmente a la eternidad, puesto que, en perfecto antagonismo con ella, tiene principio, sucesión y fin. Se miden por el tiempo todas las substancias corruptibles y las operaciones transeúntes de los ángeles acerca de las cosas corruptibles.

5. El tiempo discreto, o discontinuo, es la sucesión de las diversas operaciones de los ángeles, cada una de las cuales puede constar de muchos instantes sucesivos sin continuación, con los cuales los ángeles, por especies intelectuales infundidas en su entendimiento por Dios, conocen, iluminan, etc., a las substancias inmateriales no sujetas a nuestro tiempo (o sea, a los otros ángeles inferiores y a las almas humanas separadas). Cada una de las operaciones de los ángeles constituye un momento angélico, aunque se haya prolongado por mucho tiempo según nuestro modo de concebir la duración.

6. La eternidad participada es cierta especial duración de orden sobrenatural, por la que se mide la visión beatífica de los ángeles y bienaventurados del cielo. Es la duración que más se acerca a la eternidad de Dios, de la cual participa en la medida en que una criatura puede participarla.

Nota. Esta última podemos decir que se refiere al grado de gloria que ya posee cada coro angélico y el alcanzado, por los méritos adquiridos en vida, por las almas racionales que alcanzaron la salvación.


I. Unicidad de Dios

Nociones previas. Nótese, ante todo, que no es lo mismo unidad que unicidad, aunque sean conceptos íntimamente relacionados entre sí. Un ser puede ser uno sin ser único, como Juan es un hombre, pero no es el único hombre. Único significa un ser no sólo individual o singular, sino que, dentro de su naturaleza o especie, existe solamente él. Si en el mundo entero no existiera más que un solo hombre, ése sería no solamente un hombre, sino el único hombre.

Que Dios sea uno en sí mismo, o sea en su propia esencia, no ofrece dificultad alguna, ya que es infinitamente simple, como hemos demostrado más arriba, y la simplicidad absoluta es incompatible con cualquier multiplicidad o división. Lo que puede ofrecer alguna dificultad y vamos a examinar a continuación es si Dios es único, o sea, si no existe más
que un solo y verdadero Dios.

Errores. Dos son los principales errores acerca de la unicidad de Dios: el politeísmo y el dualismo.

1. El politeísmo es el error de los que admiten varios o muchos dioses.

2. El dualismo es el sistema de los que admiten un doble principio supremo: uno del bien, del que proceden todos los bienes, y otro del mal, del que proceden todos los males. Muchos politeístas admiten estos dos como principales dioses entre todos los demás.

Doctrina católica. Es de fe que Dios es único, o sea, no existe más que un solo y verdadero Dios.

La unicidad de Dios es una verdad perfectamente demostrable por la simple razón natural. De hecho la proclamaron sin vacilar muchos filósofos paganos que carecían de las luces de la fe, tales como Sócrates, Platón, Aristóteles, etc.

Escuchemos a un teólogo contemporáneo (H. Paissac, O.P., en Iniciación teológica, vol I) resumiendo el argumento sobre la unidad de Dios:

“Si Dios existe, es causa primera del mundo, es simple y rigurosamente idéntico, es acto puro de ser. Por tanto, Dios no puede ser muchos si se habla de muchos dioses. Dios es uno. ¿Es solo? Lo es si quiere decirse que no hay otro Dios distinto a Él, que no está con otro Dios. En este sentido su soledad es absoluta. Su trascendencia es perfecta.

Las criaturas no bastan para formar con Él una sociedad; está solo en medio del mundo, como está solo un genio en un jardín poblado de plantas y animales. Cuando un hombre está más alto, tanto más solo permanece, ha dicho Hello. Dios está colocado tan alto, que su soledad es infinita. En su fe renueva el cristiano su adoración: «Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra»”.

Esta “soledad infinita” de Dios es, sin embargo, relativa. Como nos acaba de decir el autor citado, lo es únicamente con relación a otros dioses, que no existen ni pueden existir. Pero la divina revelación nos habla de tres Personas divinas subsistiendo en una sola y mismísima esencia o naturaleza. Dios no es, pues, el Gran Solitario cuya existencia como uno alcanza a descubrir la simple razón humana. Es también el Dios Trinitario, cuya inefable vida íntima nos ha descubierto la divina revelación.


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