LA VERDADERA Y ÚNICA IGLESIA DE JESUCRISTO ES... TERCERA PARTE


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VII. La única y verdadera Iglesia fundada por Jesucristo es jerárquica.

La jerarquía en la Iglesia fundada por Cristo es signo seguro de unidad, permanencia, estabilidad, por lo tanto, signo seguro de su origen apostólico.

Luego, la única y verdadera Iglesia de Jesucristo es apostólica.

Todas las iglesias, congregaciones y sectas llamadas cristianas tienen sus líderes, pastores, sus guías espirituales, pero solamente la verdadera y única Iglesia de Jesucristo posee la autoridad legítima y directa del mismo Cristo.

Toda otra autoridad que no proceda directamente de los apóstoles, sino de los hombres, es falsa y opuesta a la voluntad de Dios.

Por eso, es verdad bíblica que Cristo estableció una jerarquía a la cual dio poder y autoridad para regir, guiar y enseñar en la Iglesia.

a. Cristo elige doce hombres de entre el resto de los discípulos para una misión especial.

«Entonces Jesús subió al cerro y llamó a los que él quiso, y vinieron a él. Así constituyo a los Doce, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar, dándoles poder para echar a los demonios» (Marcos 3, 13-15; Lucas 6, 12-16).

Para sustituir al traidor, Judas Iscariote, se elige a otro como apóstol (Hechos 1, 21-26).

¿Qué propósito tenía Cristo al elegir 12 hombres de entre sus demás discípulos, sino el de establecer una jerarquía? De Cristo no querer una jerarquía para su Iglesia, lo lógico era que no se hubiese elegido o establecido apóstoles, sino que se hubiese quedado simplemente con los discípulos a los cuales podía muy bien enseñar e instruir de igual manera.

b. Los Apóstoles son las columnas de la nueva Jerusalén, o sea, la Iglesia.

«La muralla de la ciudad descansaba en doce piedras de cimientos en las que están escritos los nombres de los doce apóstoles del Cordero» (Apocalipsis 21, 14).

«Así, pues, ustedes ya no son extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos del pueblo de los santos; ustedes son de la casa de Dios. Ustedes son la casa cuyas bases son los apóstoles y profetas, y cuya piedra angular es Cristo Jesús» (Efesios 2, 19-20).

Luego, la única y verdadera Iglesia de Jesucristo tiene un origen apostólico.

c. Institución y autoridad del papado.

Si Cristo no hubiese querido una autoridad suprema en su Iglesia que le representara visiblemente, las palabras y promesas hechas a Simón (sólo y exclusivamente a él), no tendrían sentido ni razón de ser, por lo que vendrían sobrando.

«Y ahora, yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia...» (Mateo 16, 18).

Testimonio de Scott Hahn:

«Mientras el Dr. Gerstner y yo viajábamos, tuvimos cuatro horas de intensa discusión teológica. Empecé a sacar toda la reserva de argumentos que había ido acumulando, acerca de la Iglesia Católica como el punto culminante de la historia de la salvación en el Antiguo Testamento y la materialización de la Nueva Alianza.

El Dr. Gerstner escuchaba con atención, respondiendo cada pun-to con interés y respeto. Parecía mirar mis argumentos como algo novedoso; pero al mismo tiempo insistía en que no justificaban de por sí el que alguien se pasara a la Iglesia católica romana, a la que se refería como «la sinagoga de Satanás.»

En un determinado momento me preguntó: “Scott, ¿qué base bíblica tú encuentras para el Papa?”

“Dr. Gerstner, usted sabe que el evangelio de Mateo enfatiza el papel de Jesús como Hijo de David y Rey de Israel. Yo creo que Mateo 16, 17-19 nos muestra cómo Jesús deja esto establecido: Le dio a Simón tres cosas: Primero, un nombre nuevo: Pedro (o Piedra); segundo, su compromiso de edificar su Iglesia sobre Pedro; y tercero, las llaves del Reino de los Cielos. Es este tercer punto el que encuentro más interesante.

»Cuando Jesús habla de las «llaves del Reino», hace referencia a un importante texto del Antiguo Testamento, Isaías 22, 20-22, donde Ezequías, el heredero del trono real de David, y el rey de Israel en los días de Isaías, reemplaza a su viejo primer ministro, Shebna, por uno nuevo llamado Eliakim. Cualquiera podía darse cuenta de quién de los miembros del gabinete era el nuevo primer ministro ya que se le habían entregado las «llaves del reino». Confiándole a Pedro las «llaves del Reino», Jesús establece el cargo de Primer Ministro para administrar la Iglesia como su Reino en la tierra. Las «llaves» son, pues, un símbolo del oficio y la primacía de Pedro para ser transmitido a sus sucesores; como de hecho se ha transmitido a lo largo de las épocas”.

Me respondió: “Es un argumento muy ingenioso, Scott.”

“¿Y cómo lo refutamos nosotros los protestantes?” Me dijo: “Bueno, no creo haberlo escuchado antes. Tendría que pensar un poco más en ello...” (...)

“Es por eso, Dr. Gerstner, que yo personalmente estoy empezando a creer que Cristo no nos dejó con sólo un libro y su Espíritu. De hecho, en ninguna parte del evangelio Él dice algo a sus apóstoles acerca de escribir. Más bien, apenas menos de la mitad de ellos escribieron libros que fueran incluidos en el Nuevo Testamento. Lo que Cristo sí le dijo a Pedro fue: «Sobre esta piedra construiré mi Iglesia..., y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.» Por eso me parece más lógico que Jesús nos haya dejado su Iglesia, constituida por el Papa, los obispos y los Concilios, todos ellos necesarios para aplicar e interpretar la Escritura”» (Roma Dulce Hogar, págs. 73-74 y 76-77).

Los protestantes indican que las variantes Pedro (Petros en griego) y piedra (petra en griego) son la clave para la recta interpretación del texto, y así dicen que la primera parte («tú eres Pedro« -Petros-) se refería a Simón, pero la segunda parte («y sobre esta piedra» -petra-) Jesús se refería a sí mismo.

Imagínate que yo digo: «Este es un asiento, y sobre esta silla me sentaré.» El sentido de la oración indica que estoy señalando un lugar en donde he de sentarme (asiento), y con el término silla específico el objeto sobre el cual me he de sentar. Pero imagínate que en vez de sentarme en la tal silla, me siento en el piso, puesto que mi intención no era sentarme en la tal silla, sino en el piso. De esta manera la estructura de la oración es incorrecta y engañosa. Así mismo sucede con la interpretación dada por los hermanos separados al texto de Mateo. La forma como está estructurada la oración no permite otra interpretación distinta de como la Iglesia lo ha interpretado por estos casi veinte siglos: vemos que Cristo se dirige exclusivamente a Simón a quien le cambia el nombre por el de Pedro-Petros (del arameo Kefas = Piedra, en nuestro caso definido como el asiento), y sobre esta petra-piedra (en nuestro caso definido de modo específico como la silla) Cristo edificará su Iglesia. ¿Por qué ese cambio de nombre? ¿Por qué Piedra y no otro nombre? Con algunos de los Patriarcas Dios hizo lo mismo, pues al cambiarles el nombre quería expresar la función y la obra que por medio de ellos iba a realizar. Así, Abram por el de Abraham (Génesis 17, 3-8), y Jacob por el de Israel (Génesis 32, 29).

Otro dato sumamente importante es que, la interpretación protestante se basa en un texto escrito en griego, mientras que Cristo habló en arameo, y en dicha lengua piedra se dice Kefas; por lo tanto, cuando Cristo pronunció dicha oración la dijo sin las variantes del griego, y así: «tú eres Kefas (Piedra), y sobre esta Kefas (Piedra) edificaré mi Iglesia.» El texto, según la interpretación católica, es tan fuerte que hay protestantes que sí admiten tal autoridad, pero se la adjudican solamente a Pedro, después de él ya no hay transmisión de dicha autoridad. Claro, esta interpretación gratuita es conveniente a ellos para poder justificar el origen humano del protestantismo; pero con el Evangelio no estamos para justificar lo que yo creo, sino para propagar y defender lo que Cristo dijo, enseñó y realizó para bien nuestro y salvación de las almas.

Mateo no pretende hacer una diferencia de intenciones o una doble intención de Cristo con relación a las funciones de Simón (que según la interpretación protestante no posee ninguna función -actitud ilógica e irracional en Cristo-), frente a las funciones de Cristo como la Piedra sobre la cual edificaría su Iglesia (convirtiendo la estructura de la oración en un enigma y un absurdo o contradicción); sino dejar bien establecido la razón y el por qué del cambio de nombre: «Tú eres Pedro» (Petros), cambio de nombre para significar un propósito -como los ejemplos del Antiguo Testamento que ya he mencionado- y dejar establecida una base, un sostén o
“asiento” que dé firmeza y estabilidad a lo que Cristo va a realizar por medio de Simón: «y sobre esta piedra» (petra), refiriéndose a la Piedra o “silla” erigida como base y fundamento de la nueva y magna construcción: «edificaré mi Iglesia», razón fundamental por la que Cristo estableció a Simón como Piedra, base y fundamento visible de su Iglesia.

Otro punto importantísimo es el hecho de que Mateo haya querido reforzar la intención de Cristo con el doble genero de la palabra piedra en griego (petros-masculino y petra-femenino), recordando que en arameo (la lengua que Cristo habló) se dice igual -kefas o Cefas-. El que Mateo haya utilizado ambos géneros en nada debilita la posición católica, sino que la refuerza dándole una visión más clara a la intención de Cristo.

El término en masculino «Petros» indica la elección especifica de esa persona y no otra. Así, Mateo refuerza la intención de Cristo con relación a Simón, eliminando a cualquier otra persona, convirtiéndolo en el único elegido para tal misión o desempeño de vital importancia. El termino en femenino «petra» indica el ejercicio y misión específica que tal persona -en nuestro caso, Simón- va a desempeñar y ejecutar como fundamento elegido por Dios para garantizar la unidad y asegurar la permanencia de la Iglesia a lo largo de los siglos, «que ni los poderes del infierno podrán destruir».

Esta promesa indica que esa misión, autoridad y poder recibida por Simón será transmitida a sus sucesores y no compartida a la misma vez por otro u otros, evitando así cualquier incisión paralela como ha acontecido con varios antipapas a lo largo de la historia.

«Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: todo lo que ates en la tierra será atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra será desatado en los Cielos» (Mateo 16, 19).

«El poder de las llaves designa la autoridad para gobernar la casa de Dios, que es la Iglesia... El poder de "atar y desatar" significa la autoridad para absolver los pecados, pronunciar sentencias doctrinales y tomar decisiones disciplinares en la Iglesia» (Catecismo de la Iglesia Católica #553).

Por eso, el Papa tiene todo el derecho dado por Dios sobre la Iglesia, para ejercer el ministerio con toda la autoridad y poder requerido para tal función y cargo (las llaves del Reino), y así se constituye en la Iglesia el poder ejecutivo que, como un poderoso ligamento, mantendrá la unidad y estabilidad doctrinal de la Iglesia gracias a la acción del Espíritu Santo. Más, también, queda constituido el poder legislativo y judicial (atar y desatar) que garantizará la correcta, adecuada y necesaria disciplina y normas, y la sana y
justa ejecución de las mismas, evitando así la anarquía que hubiera llevado a la Iglesia a su inminente deterioro doctrinal, moral y espiritual y su posterior destrucción.

Es claro que, cuando Cristo dice: «Todo lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo», se sobreentiende que todo cuanto Pedro y sus sucesores determinen y dictaminen en lo doctrinal, moral y espiritual para bien y salvación de las almas, será ratificado por Dios en el Cielo. Es decir, Cristo le comunica a Pedro y a los demás apóstoles (Mateo 18, 18), en comunión con Pedro, el poder de la infalibilidad que, no es otra cosa, la seguridad y certeza de que todo cuanto la Iglesia enseñe como doctrina oficial es completamente verdadero (siempre y cuando sea bajo el aspecto doctrinal, moral y espiritual en su esencia -lo que Dios se ha dignado revelarnos).

Es cosa lamentable que textos tan claros y tan significativos sean tan fácilmente tergiversados o ignorados por quienes no quieren admitir la verdad bíblica, que a todas luces es un deseo expreso de Dios.

«Después que comieron, Jesús dijo a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?” Este contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero.” Jesús dijo: “Apacienta mis corderos.” Y le preguntó por segunda vez: “Simón, hijo de Juan ¿me amas?” Pedro volvió a contestar: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.” Jesús dijo: “Cuida mis ovejas.” Insistió Jesús por tercera vez: “Simón Pedro, hijo de Juan, ¿me quieres?” Pedro se puso muy triste al ver que Jesús le preguntaba por tercera vez si lo quería. Le contestó: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero.” Entonces Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas”» (Juan 21, 15-17).

¡Caramba! Si Cristo no quiso a Pedro como cabeza visible de su Iglesia, entonces, ¿qué sentido tiene el haber dicho lo que le dijo a Pedro? ¿Qué sentido tiene el haberlo puesto como cabeza, guía y pastor de su rebaño, es decir, de la Iglesia?

«Simón, mira que Satanás ha pedido permiso para sacudirlos a ustedes como se hace con el trigo; pero yo he rogado por ti para que tu fe no se venga abajo. Tú, entonces, cuando hayas vuelto, tendrás que fortalecer a tus hermanos» (Lucas 22, 31-32).

Aquí vemos como Cristo constituye a Simón Pedro, en representación Suya, maestro y guía espiritual de la Iglesia.

Jesús dijo a Simón: «“Navega lago adentro y hecha las redes para pescar.” Le replicó Simón: “Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos sacado nada; pero ya que lo dices, echaré las redes.” Lo hicieron y capturaron tal cantidad de peces que reventaban las redes. Hicieron señas a los socios de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Llegaron y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al verlo, Simón Pedro cayó a los pies de Jesús y dijo: “¡Apártate de mí, Señor, que soy un pecador!”

»Ya que el temor se había apoderado de él y de todos sus compañeros por la cantidad de peces que habían pescado. Lo mismo sucedía con Juan y Santiago, que eran socios de Simón. Jesús dijo a Simón: “No temas, en adelante serás pescador de hombres.” Entonces, amarrando las barcas, lo dejaron todo y le siguieron» (Lucas 5, 1-11).

Lo interesante de este texto es el mandato de Cristo (sólo y exclusivamente a Simón Pedro) de que él será pescador de hombres, a pesar de que otros apóstoles estaban presente. Es como si Cristo quisiera enfatizar y realzar la autoridad y elección especial hacia la persona de Simón.

Otro argumento que se alude en contra de esta primacía de Pedro es que la única roca, la única piedra es Cristo y nadie más. Esto es cierto, y la Iglesia Católica siempre ha enseñado y defendido esta verdad; además, cuando se dice que Pedro es la base sobre la cual Cristo edificó su Iglesia no se está enseñando ni se insinúa que Pedro o su sucesor, el Papa, sea esa piedra angular, sino que Cristo, única Piedra y Fundamento de salvación es quien ha dado a Simón, y en él a sus sucesores, ese puesto y autoridad, pues sin Cristo la Iglesia y el Papado quedaría en el vacío y perdería su sentido y razón de ser.

Quien conoce el culto de la Iglesia Católica sabrá que todo él desemboca y tiene como fundamento a Jesucristo por quien nos acercamos al Padre.

El culto a los santos, la Virgen María y todas las devociones en la Iglesia tienen, en la enseñanza católica, como objetivo llevarnos a Cristo; inspirarnos y ayudarnos, por su intercesión, a cumplir fielmente con la Palabra de Dios; a ayudarnos, como ellos lo fueron, a ser semejantes a Jesús.

Es en Jesucristo que el Papado y su autoridad tiene sentido y fundamento; es en el Papado por el que, con la acción y fuerza del Espíritu Santo, Cristo mantiene a su Iglesia unida en una sola fe, un sólo bautismo y un sólo conocimiento de Dios. De no ser así, sin una cabeza visible que guíe y dirija a la Iglesia, ésta se hubiera dividido en innumerables ramificaciones cada una halando por su lado, como aconteció y sigue aconteciendo en el protestantismo y en la ortodoxa que se ha ido dividiendo en iglesias regionales. Por eso, la unidad de doctrina, moral y espiritualidad es uno de los signos más claros por el que podemos descubrir cuál es la única y verdadera Iglesia de Cristo, y está garantizada por la cabeza visible de la Iglesia, el Papa. Y ese signo se encuentra solamente en la Iglesia Católica Apostólica y Romana. Por eso el empeño y esfuerzo titánico de los enemigos de la Iglesia de tratar de desprestigiar y obscurecer la figura del Papa, para que sea fácilmente rechazado, y en él a toda la Iglesia de Jesucristo.

d. Autoridad de la Iglesia de Cristo.

La autoridad de la Iglesia, al igual que la de los apóstoles y sucesores y la de Pedro, es signo claro y específico de la unidad y visibilidad de la Iglesia legítima de Cristo.

«Si tu hermano ha pecado contra ti, anda a hablar con él a solas. Si te escucha, has ganado a tu hermano. Si no te escucha, lleva contigo a dos o tres, de modo que el caso se decida por boca de dos o tres testigos. Si se niega a escucharlos, dilo a la Iglesia reunida. Y si tampoco lo hace con la Iglesia, será para ti como un pagano o un publicano» (Mateo 18, 15-17).

«Si alguien fomenta sectas en la Iglesia, le llamarás la atención una primera y una segunda vez; después rompe con él, sabiendo que es un descarriado y culpable que se condena así mismo» (Tito 3, 10-11).

«Yo les digo: “Todo lo que aten en la tierra, el Cielo lo tendrá por atado, y todo lo que desaten en la tierra, el Cielo lo tendrá por desatado”» (Mateo 18, 18).

e. La sucesión apostólica

La sucesión apostólica es uno de los signos de mayor peso a la hora de establecer e identificar la verdadera Iglesia de Jesucristo. Pues si Cristo fundó su Iglesia a la cual manda a evangelizar por el mundo entero, dejando hombres encargados directamente por Él de hacerlo, es porque su misión durará desde que Cristo la envió hasta el fin del mundo.

Por eso, es verdad bíblica que esa jerarquía fue sucedida por hombres a los cuales se les transmitió el poder y autoridad con la imposición de las manos.

«...dedícate a la lectura, a la predicación y a la enseñanza. No descuides el don espiritual que posees y que recibiste de mano de profeta cuando el grupo de los presbíteros te impuso las manos» (1Timoteo 4, 13 - 14).

«No impongas a nadie las manos a la ligera, no sea que te hagas cómplice de los pecados de otro» (1Timoteo 5, 22).

f. Establecimiento jerárquico de la Iglesia.

«En cada Iglesia designaron presbíteros y, después de orar y ayunar, los encomendaron al Señor en quien habían creído» (Hechos 14, 23).

«Te dejé en Creta, para que solucionarás los problemas y pusieras presbíteros en todas las ciudades, de acuerdo con mis instrucciones» (Tito 1, 5).

g. Ejercicio jerárquico y de autoridad de la Iglesia.

«Cuídense ustedes y todo el rebaño, a cuya cabeza los ha puesto el Espíritu Santo como obispos para apacentar la Iglesia del Señor, que él adquirió con su propia sangre» (Hechos 20, 28).

El caso de los Hechos de los Apóstoles capitulo 15. Favor de leerlo y reflexionarlo bajo la luz de todo lo hasta ahora dicho.


VIII. Identificando la Iglesia que Cristo fundó con la Iglesia de hoy

Ante estas verdades bíblicas, que son promesas veraces e infalibles de Cristo, esa Iglesia existe desde los apóstoles, ininterrumpidamente, hasta la actualidad y hasta el fin del mundo.

Entonces, ¿es verdad que la Iglesia de Jesucristo se corrompió y se apartó de la verdad? ¿Cómo da al traste esta opinión protestante contra las promesas de Cristo? Reflexiona cuidadosamente todo lo hasta aquí expuesto y juzga por ti mismo sobre quién tiene la razón y la verdad: si Jesucristo: «Ni los poderes del infierno la podrán vencer»; o los protestantes: «la Iglesia primitiva se corrompió y se apartó de la verdad.»

Luego, es verdad histórica y bíblica que esa Iglesia pervive hoy única y exclusivamente en la Iglesia Católica Apostólica y Romana.

a. Las iglesias de hombres no son las de Cristo.

Una gran verdad que quiero dejar establecida y decididamente aclarada es que, la única y verdadera Iglesia de Jesucristo es la que él fundó; las otras, las que hicieron los hombres definitivamente, por más que alboroten y pataleen, no son ni pueden ser la Iglesia de Cristo, sencillamente, porque Cristo no las fundó, sino los hombres.

b. La única y verdadera Iglesia de Jesucristo, la que él mismo fundó, es definitivamente y sin ninguna duda, la Iglesia Católica Apostólica y Romana.

Según todas las promesas de Cristo aquí descritas, garantizan que Su Iglesia durará hasta el fin del mundo. Por lo tanto, esta Iglesia se dejará ver y sentir a lo largo de la historia de la humanidad, como el signo visible de la presencia de Dios en el mundo. Sólo la verdadera Iglesia de Cristo, la que él mismo fundó, es aquella que a lo largo de la historia ha dejado su huella como señal indiscutible de su presencia. Sólo la verdadera Iglesia de Cristo, la que él mismo fundó, puede asegurarnos que posee en su depósito de fe, toda la verdad divinamente revelada para nuestra salvación y el conocimiento pleno y perfecto del Hijo único de Dios. Sólo la verdadera Iglesia de Cristo, la que él mismo fundó, pervive hoy en la Iglesia Católica Apostólica y Romana. Ninguna otra iglesia podrá probar su origen apostólico de la manera tan clara y precisa de como lo hace la Iglesia Católica. Y sólo ella, la Iglesia Católica, es la única que posee el encargo dado directamente por Cristo, de predicar el Evangelio completo.

Aquí no hay escape. O se acepta a la Iglesia Católica Apostólica y Romana, o de lo contrario se rechaza de principio a Cristo y su Evangelio.

c. Advertencias bíblicas contra las iglesias y sectas que no son de Cristo. Que Él no las fundó.

Ante la proliferación constante y continua de iglesias y sectas que se auto-proclaman como las de Cristo, las de Dios, la Biblia nos da unas pistas y cualidades que nos ayudarán a ver y distinguir las falsas iglesias de la
verdadera.

«Yo sé que después de mi partida se meterán entre ustedes lobos voraces que no perdonarán al rebaño; y de entre ustedes mismos surgirán hombres que enseñarán doctrinas perversas y arrastrarán a los discípulos tras sí» (Hechos 20, 29-30).

«Me extraña que tan pronto hayan abandonado a Dios que, según la gracia de Cristo, los llamó, para seguir otro Evangelio. No es que haya otro, sino que ciertas personas han sembrado la confusión entre ustedes y quieren dar la vuelta al Evangelio de Cristo. Pero, aunque viniéramos nosotros o viniera algún ángel del cielo para anunciarles el evangelio de otra manera que lo hemos anunciado, ¡sea maldito! Ya se lo dijimos antes, pero ahora lo repito: si alguien viene con un evangelio que no es lo que ustedes han recibido, ¡sea maldito!» (Gálatas 1, 6-9).

Si por veinte siglos la Iglesia Católica Apostólica y Romana ha venido predicando y enseñando el Evangelio auténtico de Cristo y en su totalidad, ¿por qué ahora pretender sustituir ese Evangelio por opiniones puramente humanas?

«El Espíritu nos dice claramente que, en los últimos tiempos, algunos renegarán de la fe para seguir enseñanzas engañosas y doctrinas diabólicas» (1 Timoteo 4, 1-2).

«Te ruego delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, y, puestos los ojos en su venida y su Reino, te digo: predica la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, rebatiendo, amenazando o aconsejando, siempre con paciencia y preocupado de enseñar. Pues vendrá un tiempo en que los hombres ya no soportarán la sana doctrina, sino que se buscarán un montón de maestros según sus deseos. Estarán ávidos de novedades y se apartarán de la verdad para volverse hacia puros cuentos» (2 Timoteo 4, 1-4).

«Hijitos, ya es la última hora; y han oído que el anticristo viene, pero ya han venido muchos anticristos; por esto comprobamos que es la última hora. Ellos salieron de nosotros, pero no eran de los nuestros; porque si hubieran sido de los nuestros, se habrían quedado con nosotros; pero salieron para que se viera que no todos son de los nuestros» (1 Juan 2, 18-19).




Epílogo

El Nuevo Testamento hoy gracias a la Iglesia Católica

Testimonio de Scott Hahn:

«“Dr. Gerstner, creo que el tema principal es lo que la Escritura enseña sobre la Palabra de Dios ya que en ningún lugar ella reduce la Palabra de Dios a sólo la escritura. Más bien, la Biblia nos dice en muchos lugares que la autorizada Palabra de Dios debe encontrarse en la Iglesia: en su Tradición (2Tes. 2, 15; 3, 6), lo mismo que en su predicación y enseñanza (1Pe. 1, 25; 2 Pe. 1, 20-21; Mt. 18, 17). Es por eso que pienso que la Biblia apoya el principio católico de sola verbum Dei, «sólo por la Palabra de Dios», en vez del lema protestante de sola scriptura, «sólo por la Escritura»”.

El Dr. Gerstner respondió afirmando, una y otra vez, que la Tradición católica, los Papas y los Concilios Ecuménicos, todos enseñaban cosas contrarias a la Escritura.

“¿En contra de cuál interpretación de la Escritura?”, le pregunté. “Además, todos los historiadores de la Iglesia están de acuerdo en que recibimos el Nuevo Testamento del Concilio de Hipona del año 393 y del Concilio de Cartago del año 397, los cuales enviaron sus decisiones a Roma para ser aprobadas por el Papa. ¿No le parece que del año 30 al 393 es demasiado tiempo para estar sin Nuevo Testamento? Además, había muchos otros libros que la gente de entonces creía podrían ser inspirados, como la Epístola de Bernabé, el Pastor de Hermas y los Hechos de Pablo. Había también libros del Nuevo Testamento como la Segunda Carta de Pedro, la de Judas, y el Apocalipsis, que algunos opinaban debían ser excluidos. Entonces, ¿quién tendría la decisión fidedigna y definitiva si es que la Iglesia no enseñara con autoridad infalible?”

El Dr. Gerstner replicó calmadamente: “Papas, obispos y concilios pueden equivocarse, y de hecho se han equivocado, Scott, ¿cómo es que tú puedes pensar que Dios haga infalible a Pedro?”

Reflexioné por un momento. “Bueno, Dr. Gerstner, tanto protestantes como católicos están de acuerdo en que Dios debió hacer infalible a Pedro por lo menos en un par de ocasiones: cuando escribió la Primera y Segunda Epístola de Pedro, por ejemplo. Así que si Dios pudo hacerlo infalible para enseñar con autoridad por escrito, ¿por qué no podría liberarlo de error al enseñar con autoridad en persona? Del mismo modo, si Dios pudo hacer esto con Pedro --y con los otros apóstoles que escribieron la Escritura--, ¿por qué no podría hacer lo mismo con sus sucesores, especialmente al prever la anarquía que sobrevendría si no lo hiciese? Por otro lado, Dr. Gerstner, ¿cómo podemos estar seguros de que los veintisiete libros del Nuevo Testamento son en sí mismos la infalible Palabra de Dios, si fueron falibles concilios y Papas los que nos dieron la lista?” Nunca olvidaré su respuesta.

“Scott, eso sencillamente significa que todo lo que podemos tener es una falible colección de documentos infalibles”.

Pregunté: “¿Es eso realmente lo mejor que el cristianismo protestante histórico puede dar?”

“Sí, Scott, todo lo que podemos hacer son juicios probables basados en la evidencia histórica. No tenemos ninguna otra autoridad infalible que la Escritura”.

“Pero, Dr. Gerstner, ¿cómo puedo yo saber que realmente es la Palabra de Dios infalible la que estoy leyendo, cuando abro a Mateo, o a Romanos o a Gálatas?”

“Como dije antes, Scott: todo lo que tenemos es una falible colección de documentos infalibles”.

Una vez más me sentí muy inconforme con sus respuestas, a pesar de que yo sabía de que él estaba presentando fielmente la posición protestante. Me quedé ponderando lo que acababa de decir acerca de este tema crucial de la autoridad, y la inconsistencia lógica de la posición protestante.

Mi única respuesta fue: “Me parece entonces, Dr. Gerstner, que si las cosas son así, debemos tener la Biblia y la Iglesia; ¡o ambas o ninguna!”» (Roma Dulce Hogar, págs. 77-79).

Antes de concluir quisiera comentar una afirmación del Dr. Gerstner para tratar de respaldar su posición con relación a la infalibilidad del Nuevo Testamento. El dice, como enseñanza protestante, que «todo lo que tenemos es una falible colección de documentos infalibles». Cuando la verdad de los hechos se impone y aún así no se quiere aceptar, suceden estas cosas, por no decir aberraciones, y es que se hacen unos giros y unas carambolas que, más que afirmaciones intelectuales, parecen actos acrobáticos de un circo. ¿Por qué digo esto? Veamos. Aquí utilizaré el principio de que una afirmación destruye otra afirmación contradictoria.

Si es verdad que la lista del Nuevo Testamento es una colección falible (que puede equivocarse, o que puede errar) de unos documentos infalibles (que no puede engañar ni engañarse), tenemos, entonces, una contradicción.

Veamos y que el Espíritu Santo nos dé luz para entender esto. Si es una colección falible (por el simple hecho de haber sido escogidos por la Iglesia Católica, tenemos una admisión de prejuicio), entonces es forzosamente razonable concluir que uno o más libros que forman dicha lista está o están errados, por lo que no deberían estar ahí, pero el problema es, ¿cuáles son
esos libros errados, si alguno? O quizás falte o falten algunos libros inspirados que no fueron incluidos en la lista, pero, ¿quién osaría hoy investigar, después de veinte siglos, e identificar dichos libros? Por lo que con esta posibilidad de que uno o más libros estén equivocados, es decir, que no sean la Palabra de Dios, invalida la totalidad de la infalibilidad de toda la lista.

De igual modo, si todos y cada uno de los documentos son infalibles, es decir, que son realmente la Palabra de Dios escrita, es razonable concluir que la Iglesia, representada por el Papa, los obispos y los concilios envueltos en la formación y posterior confirmación de dicha colección, fueron también infalibles, es decir, que el Espíritu Santo estuvo interviniendo en dicho proceso, confirmando así, su permanente presencia en la Iglesia.

Por consiguiente, el principio de contradicción nos dice que, si la colección de libros del Nuevo Testamento es falible, es decir, que su contenido puede estar errado, destruye entonces la totalidad de la infalibilidad de toda la colección de libros, aunque la mayoría sean efectivamente la Palabra de Dios. La posibilidad de que exista uno o más libros que hayan sido incluidos erróneamente, y la imposibilidad de identificar cuál o cuáles son, invalida todos los documentos, convirtiéndola en una documentación falible. De igual modo, si se admite y es completamente verdad que todos y cada uno de los documentos que componen el Nuevo Testamento son infalibles, por fuerza y por razón destruyen la posibilidad de falibilidad en la elección de dicha colección, por lo que se convierte en una colección infalible y, como consecuencia, hace de la Iglesia que la escogió y formó una institución infalible.

Si es debido a la Iglesia Católica que los protestantes tienen hoy el Nuevo Testamento, ¿sobre qué se fundamentan para impartir sus enseñanzas?

¡¿Sobre la Biblia?! El simple hecho de acusar a la Iglesia Católica de ser la Gran Ramera descrita en el Apocalipsis, o el llamarla «la Sinagoga de Satanás», y otros epítetos más con que la señalan y la calumnian, es un argumento en contra de ellos mismos, pues, si fuera verdad todo lo que dicen contra la Iglesia, con más razón deberían de rechazar todo el Nuevo Testamento, siendo que fue ella la que los eligió como libros inspirados entre una gran cantidad de otros que se decían ser inspirados. Esto trae como consecuencia que ellos mismo están aceptando unos libros seleccionados nada menos que por la «institución fundada por Satanás para engañar y confundir al mundo». Pero, si admiten que el Nuevo Testamento es la Palabra de Dios, tendrán que admitir que la Iglesia Católica es en verdad la única Iglesia fundada por Jesucristo, de lo contrario no podrán continuar usándola, ni mucho menos tienen el derecho de utilizarla como libro sagrado para sus cultos, predicaciones y campañas evangelísticas.

El mismo principio de contradicción en la que una afirmación destruye a otra afirmación contradictoria, debemos utilizar aquí. Si la Iglesia Católica es obra de Satanás, debemos de concluir que todo lo que surja de ella es obra del maligno, por lo que, cada uno de los libros que componen el Nuevo Testamento, por ser seleccionados y confirmados como Palabra de Dios, única y exclusivamente por la Iglesia Católica Apostólica y Romana, son también e irremediablemente obras de Satanás. Pero si cada uno de los libros que componen el Nuevo Testamento es la Palabra de Dios escrita, y siendo que la Iglesia Católica fue la única en determinar y formar dicho canon de libros inspirados, debemos concluir forzosamente, que la Iglesia Católica es real y verdaderamente la Iglesia de Jesucristo. Y como una afirmación destruye a otra completamente contradictoria, suponemos, pues, que cuando los hermanos separados dicen que la Iglesia es de Satanás, están destruyendo su fe en el Nuevo Testamento como Palabra de Dios e indirectamente están afirmando que también es obra de Satanás; pero, cuando afirman que el Nuevo Testamento es real y verdaderamente la Palabra de Dios, están destruyendo la afirmación de que la Iglesia Católica es del Diablo, elevándola a la categoría de Iglesia de Dios, la que Cristo fundó. ¿Y quién ha buscado esta confusión? Ellos mismos que, perdonen la expresión, están más enredados que un plato de spaghetti.

Si los hermanos separados quieren seguir nadando en la incertidumbre y la inestabilidad doctrinal, allá ellos que han construido un edificio sobre la arena y que, poco a poco, se está viniendo abajo.

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