Diálogo ante el dintel de una puerta

¿”Enviados” por los hombres o por Cristo?
Por Agustín Panero, redentorista





Bajemos de los principios a la práctica. Hay en el mundo miles y miles de personas que han sido “enviadas” a explicar la Biblia. ¿Quién les ha enviado? Cristo en persona, cierto que no: ya no está visiblemente en la tierra. Han recibido de un hombre la misión y el envío. Pero este hombre, ¿se la atribuye a sí mismo, se la ha dado a sí mismo? En este caso no habría tal misión; estaríamos ante un “espontáneo”, un “auto-enviado”. Y nadie puede enviarse a sí mismo. No se la ha dado a sí mismo: la ha recibido de otro hombre. Y éste ¿de quién la ha recibido? -De otro hombre. Y ¿éste? -De otro anterior.

Muy bien: si de uno en otro, y de siglo en siglo, llegamos a Cristo, que es el eslabón primero y principal, el “enviado por excelencia” del Padre, en este caso ese hombre tiene la misión legítima para explicar la Biblia. Podemos oírle; pero si de uno en otro y de siglo en siglo llegamos no a Cristo, sino a otro simple hombre que no había recibido la misión auténtica de enseñar, sino que se la atribuyó a sí mismo y luego la fue transmitiendo a otros, en este caso ese hombre de hoy, del siglo XX, no tiene la misión legítima de enseñar, no podemos oírle con seguridad, aunque venga de muy buena fe y aunque parezca un santo. ¿Qué ha fallado aquí? La continuidad, la legitimidad de la misión; se ha roto la conexión con Cristo: no hay cadena, sino simples eslabones a los que falta el principal que da consistencia y firmeza. Y una cadena rota ya no vale.

Vamosa sensibilizar esto por medio de un diálogoa la puerta de una casa. Se trata de un visitante que va a explicar la Biblia y de un visitado católico que exige pruebas de la legitimidad de la misión del visitante no-católico. Veamos si este las da y si son convincentes.

Diálogo ante el dintel de una puerta.

Visitante: Vengo a explicarle la Biblia. se acercan sucesos trascendentales.

Visitado: Le oiré pero con una condición previa: tiene que probarme con argumentos ciertos que es Dios mismo quien le manda a explicarme la Biblia.

Visitante: Parece que desconfía de mí: esa desconfianza me ofende.

Visitado: No es ésa mi idea. Lo que le digo es para cumplir lo que me dice Cristo: “Se levantarán muchos falsos profetas que engañarán a muchos”. Y “Cuidad que nadie os engañe” (Mateo 24, 4.11).

Visitante: Usted me injuria llamándome “falso profeta”.

Visitado: Yo no le llamo a usted falso profeta: sólo digo lo que dice Cristo: que vendrán falsos profetas.

Visitante: Pero yo no soy de los falsos profetas, sino de los verdaderos.

Visitado: Eso es lo que quiero saber: pero tiene que probármelo.

Visitante: Soy profeta verdadero porque traigo la verdad. La verdad está enla Biblia que yo vengo a explicarle.

Visitado: Laverdad es una sola y usted me explicaría lo que usted llama “la verdad”. Son tanto, tantísimos los que “dicen que traen la verdad”... Si Usted es Testigo de Jehová me dirá que la Biblia prohibe absolutamente las transfusiones de sangre; que hay que dejar morir a cualquier persona (padre, madre, hijo…) antes que inyectarle sangre ajena. Y añade usted que eso lo manda Dios y la Biblia.

Pero si usted es protestante, me dice lo contrario: que, en ese caso, no poner la sangre es matar a esa persona y eso es lo que se prohíbe en el 5to. mandamiento: “No matarás”; que esto lo dice Dios y la Biblia. Ya ve: los dos dicen que traen la verdad, que eso lo manda Dios. Y usted comprende que Dios no puede mandar a unos lo que prohíbe en otros. Luego uno de los dos se engaña y engaña a los demás. Usted dirá que el engañado es el otro; y el otro, con la misma razón, dirá que es usted. ¿Se da cuenta por qué le exijo las pruebas de su “misión”?

Visitante: Se las daré. Soy “enviado por Dios” porque voy haciendo lo mismo que hicieron los Apóstoles; ellos iban predicando de casa en casa. Y yo también.

Visitado: Sí, los Apóstoles predicaban el evangelio: a los Apóstoles los envió a predicar el mismo Cristo. Pero no sé quién le ha enviado a usted.

Visitante: Me envía Cristo para seguir la obra de los Apóstoles.

Visitado: Pruébemelo, no basta que lo diga. Lo dicen otros muchos..

Visitante: Llevo varios años estudiando la Biblia y estoy capacitado para explicarla a los demás.

Visitado: No Responde usted a mi pregunta: “¿quién le ha enviado a explicarmela?”. Además, usted sabrá de la Biblia lo que le han dicho sus maestros: Si es Adventista, lo que le han dicho los adventistas; si es Baptista, lo que le han dicho los Baptistas.

Visitante: Yo soy verdadero discípulo de Cristo porque en “mi iglesia” se cumple la señal que él dio para conocernos. “En Esto conocerán todos que sois mis discípulos: si os amáis unos a otros” (Juan 13, 35).

Visitado: Si la cumplen o no, no lo sé. Pero los otros dicen lo mismo. Además una cosa es practicar la caridad y otra, muy distinta, enseñar la verdadera doctrina: Es posible y muy posible que uno sea caritativo y, de buena fe, enseñe el error. Y también es posible que enseñe la verdad y no sea caritativo. Además: la caridad no es sólo exterior. Uno puede practicar la caridad exteriormente y en su interior puede estar odiando al prójimo. Y el interior nadie lo conoce sino sólo Dios. Cristo no dijo: el que ama al prójimo, por fuerza y absolutamente enseña la verdad.

Visitante: No olvide que el hombre debe oír la palabra de Dios. Y el que la rechaza cuando se le ofrece, tendrá que dar cuenta a Dios de esa repulsa.

Visitado: Sí, y también deberá darla por haber escuchado a cualquiera que venga predicando lo que él cree palabra de Dios, con el riesgo de que no lo sea. Yo quiero escuchar la palabra de Dios, pero predicada por aquellos que ciertamente son enviados por Dios, no por quienes se “envían” a sí mismos. Recuerde que fue lo primero que le dije.

Visitante: Yo puedo asegurarle que soy sincero, absolutamente sincero y que creo firmemente que le traigo la verdad.

Visitado: Jamás he dudado de su sinceridad, sino de la legitimidad de su misión o envío para explicar la Biblia. Pero su sinceridad personal no me asegura la verdad de su doctrina. Un ejemplo: por alguna confusión totalmente involuntaria en médicos o farmacéuticos, se han despachado a veces medicinas que han ocasionado la muerte. Otro: el jefe de estación que de buena fe informa erróneamente sobre el destino de un tren, no hace que el viajero llegue a su punto de destino sino a otro tal vez muy lejos. ¿No ve cómo la buena fe y la sinceridad del que habla no garantiza la verdad absoluta de lo que dice? Usted me amenaza con la cuenta que deberé dar a Dios si no le oigo. Y ¿no ha pensado en la que usted mismo deberá darle de lo que va predicando, si en lugar de la verdad enseña el error o algún error entre muchas verdades?

Visitante: Creo que el Señor no me pedirá esa cuenta. Me han enviado a predicar y a explicar la Biblia.

Visitado: Le han enviado. Pero ¿quién le ha enviado?

Visitante: Mi jefe; aquí tengo un carnet que lo acredita: está firmado por él.

Visitado: Y a ese jefe suyo ¿quién le dio la doble autorización de explicar la Biblia primero y de delegarla después a los demás? Porque nadie da lo que no tiene.

Visitante: Se la dio otro jefe superior que vive en la ciudad de X...

Visitado: Y a ese jefe ¿quién se la dio?

Visitante: El jefe supremo de nuestra iglesia, que reside en París o en Berlín o en Nueva York. Este es como el representante de Cristo en la tierra y de él nos viene la “legítima misión” de explicar la Biblia. ¿Es que pide usted más pruebas?

Visitado: Falta la última y principal: porque de ella recibirían consistencia las demás. Le falta por probar que ese jefe supremo de su iglesia es en verdad (y no sólo porque usted lo afirme) el representante de Cristo. Para esto tiene que darme la lista de todos los antecesores supremos de la iglesia hasta llegar al mismo Cristo. Si me la muestra le oiré; si no, habremos terminado nuestro diálogo ente el dintel de la puerta…

No se crea que este diálogo ha sido totalmente fingido, pues ha tenido lugar con más o menos variantes a la puerta de algunas casas. En una ciudad del sur de España, uno de estos hermanos separados, predicadores de la Biblia, instado repetidas veces por el católico a presentar sus credenciales, respondió por fin: “Voy a traerle a usted un documento que me acredita como tal predicador; se convencerá por sí mismo”. Es lo que busco, replicó el católico. Esto sucedió hacia 1977. Todavía no ha vuelto… (histórico).

Y se comprende: si era ortodoxo, podría probar su misión en sentido ascendente hasta Miguel Cerulario: año 1054; ¿y de éste hasta Cristo? Si era de alguna de las iglesias protestantes o anglicanas llegaría hasta 1517 o hasta 1539 respectivamente: Lutero o Enrique VIII; ¿y desde éstos hasta Cristo?

Por tanto: andan por el mundo muchos enviados o por sí mismos (éstos serían auto-enviados) o por simples hombres carentes de facultad legítima para “enviar” a otros. No enlazan con la misión de los Apóstoles y de Cristo.

»Vídeo sobre la Iglesia: El Misterio de Dios escondido en Cristo es dado a conocer por medio de la Iglesia que Jesucristo fundó, y Padre Luis Toro nos lo explica con la Biblia…

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