¿Sabes cuál es la base y el fundamento de la verdad? Si me respondes que es la Biblia, te diré que estás equivocado, pues no es la Biblia. La base y el fundamento de la verdad es…, leamos lo que dice la misma Biblia: «Te doy estas instrucciones aunque espero ir pronto a verte. Pero, si me demoro, sabrás como portarte en la casa de Dios, es decir, la Iglesia de Dios vivo, la cual es el pilar y la base de la verdad» (1 Timoteo 3, 14-15).
Luego, quien desee buscar la plenitud de la verdad sólo y exclusivamente la hallará en la verdadera y única Iglesia de Jesucristo; en la que él fundó hacen dos milenios.
Si la Iglesia es la base y el fundamento de la verdad, ¿quién me asegura que ella se mantendrá, a lo largo de los siglos, en la verdad? Leamos nuevamente la Biblia:
a. Es verdad bíblica que el Espíritu Santo es quien inspira a la Iglesia las verdades de fe necesarias para la salvación, manteniendo viva la enseñanza de Cristo a través de los siglos:
«Les he hablado mientras estaba con ustedes. En adelante el Espíritu Santo Interprete, que el Padre les enviará en mi Nombre, les va a enseñar todas las cosas y les recordará todas mis palabras» (Juan 14, 25).
b. Es una verdad que se desprende de la Sagrada Escritura, que la Iglesia no es meramente portadora de una verdad, sino de la Verdad total, es decir, Cristo ha depositado y confiado a la Iglesia todo el depósito de la Divina Revelación.
«Tengo muchas cosas más que decirles, pero ustedes no pueden entenderlas ahora. Y cuando venga él, el Espíritu de la verdad, los introducirá a la verdad total» (Juan 16, 12-13; ver también Efesios 3, 8-11).
Estas promesas de Cristo nos aseguran que su verdadera y única Iglesia jamás sucumbirá en el error; jamás se corromperá ni se apartará de la verdad. Por lo tanto, decir que la Iglesia fundada por Cristo degeneró y corrompió su doctrina, moral y espiritualidad, es una afirmación que procede del príncipe de este mundo, de Satanás, la cual va a atacar a Cristo y su legítima Iglesia, para crear confusión y llevar al error.
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Hasta este momento podemos establecer cinco verdades bíblicas que nos indican y señalan elementos claves, para poder identificar correcta y adecuadamente cuál es la verdadera y única Iglesia de Cristo.
1. Es verdad bíblica que Cristo fundó su Iglesia, por lo tanto, la verdadera y única Iglesia de Jesucristo es la que él mismo fundó hacen dos mil años. Ésta es a la que debemos pertenecer si realmente queremos considerarnos cristianos y verdaderos seguidores de Cristo.
No hay forma de eludir esta verdad, toda iglesia fundada por hombres no puede ser la Iglesia de Jesucristo, de lo contrario habrá que admitir que Cristo se equivocó.
2. Es verdad bíblica que Cristo fundó una sola Iglesia. Eso de que todas las iglesias son iguales, será verdad para el protestantismo y otras denominaciones que se llamen cristianas, pero no para el catolicismo romano que asegura ser la Iglesia que Cristo fundó; y de hecho, es la única y verdadera Iglesia que Cristo fundó. ¡No hay otra!
3. Es verdad bíblica que la Iglesia de Cristo jamás será vencida ni destruida. Eso de que el cristianismo primitivo se corrompió y se apartó de la verdad, es una mentira satánica y anticristiana. Ni el catolicismo romano se corrompió ni surgió del cristianismo primitivo como fruto de la decadencia y degeneración de la Iglesia Primitiva, ni tampoco fue fundada por el Emperador Constantino el Grande. Cualquier afirmación que va dirigida a destruir la Iglesia fundada por Cristo, para justificar el origen puramente humano de las decenas de miles de sectas, es una obra que va dirigida a socavar los cimientos del Evangelio, obscureciendo y ocultando la verdad de dicho Evangelio para la humanidad.
4. Es verdad bíblica que Cristo promete que estará con su Iglesia todos los días hasta el fin del mundo. Decir, pues, como dicen los protestantes, que el Protestantismo surgió por voluntad de Dios para restablecer la verdad del Evangelio y su Iglesia, es tanto como decir que Cristo abandonó su Iglesia, la que él fundó, y no pudiéndola sostener tiene que aferrarse a iglesias de hombres para poder hacer lo que en un principio no pudo hacer.
5. Es verdad bíblica que el Espíritu Santo guiará a la Iglesia por el camino de la verdad total, de tal manera que, la Iglesia se convierte en la base y el fundamento de la verdad. Así pues, decir que la Iglesia fundada por Cristo se corrompió y degeneró su doctrina, moral y espiritualidad por lo que se apartó de la verdad, es una terrible blasfemia contra el Espíritu Santo.
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A pesar de estas evidencias bíblicas habrán quienes encerrados en su «¡Imposible! ¡No puede ser cierto! ¡Mentira del diablo!», no querrán dar su brazo a torcer y, empeñados en justificar lo injustificable, se aferrarán a excusas tan… "simplonas" como: «¿Dónde aparece la palabra Católica en la Biblia?», a lo que responderé: gracias a Dios que no aparece el término «Iglesia Católica» en la Biblia para referirse a la Iglesia fundada por Cristo, de lo contrario todas las iglesias y sectas fundadas por hombres lo llevarían en su certificado de nacimiento como rúbrica para apoyarse en la Biblia. Y así tendríamos la Iglesia Católica Nestoriana, la Iglesia Católica Arriana…, para mencionar algunas de los primeros siglos del cristianismo. Luego, puedo mencionar las que surgirían más tarde como hubiesen sido la Iglesia Católica Ortodoxa Griega, Iglesia Católica Ortodoxa Rusa, Iglesia Católica Ortodoxa de Ucrania… O las que aparecieron en estos últimos siglos con el surgimiento del protestantismo: Iglesia Católica Luterana, Iglesia Católica Calvinista, Iglesia Católica Anglicana, Iglesia Católica Bautista, Iglesia Católica Pentecostal, Iglesia Católica de los Testigos de Jehová, Iglesia Católica Mormona, Iglesia Católica Adventista… ¡Qué enredo! Y que confusión, pues todas queriendo identificarse con la que apareciese en la Biblia con ese nombre, también hubiesen querido identificarse con la Iglesia Católica en la historia.
Entonces sí que la Iglesia que Cristo fundó, no solamente no se corrompió ni se apartó de la verdad ni se confundió con las creencias de las religiones paganas, sino que cada una (las más de cuarenta mil) asegurarían ser esa Iglesia, como la única Iglesia de Cristo.
Por eso, vuelvo y repito: gracias a Dios que no permitió que, en la Biblia, a su Iglesia se le llamara Iglesia Católica, porque de lo contrario… A la verdad que Dios sabe lo que hace cuando permite o impide que se den ciertas cosas.
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Otra de las famosas excusas que presentan los protestantes para tratar de justificar lo injustificable, es ampararse tras el sofisma de que la Iglesia de Cristo es invisible.
Bueno, volvamos al principio protestante que dice: «Si no está en la Biblia, no es verdad. Tiene que estar en la Biblia para que sea cierto.»
¿Dónde dice la Biblia que la Iglesia es o tiene que ser solamente invisible? Por lo tanto, si no lo dice, no es verdad.
«Pero, ¿dónde dice la Biblia que la Iglesia tiene que ser visible?» Me replicarás para tratar de justificar tu postura; pero te respondo que sí, aunque no directamente, pero los textos son lo suficientemente claros como para no poder negar este hecho. Veamos.
Si la Iglesia de Cristo debe predicar el Evangelio a todo el mundo en todos los tiempos, ésta tiene que ser visible para que esa Buena Nueva pueda ser fácilmente identificable por los hombres.
a. «Ustedes son la sal de la tierra. Y si la sal se vuelve desabrida, ¿con qué se le puede devolver el sabor? Ya no sirve para nada sino para echarla a la basura o para que la pise la gente. b. Ustedes son luz para el mundo. c. No se puede esconder una ciudad edificada sobre un cerro. d. No se enciende una lámpara para esconderla en un tiesto, sino para ponerla en un candelero a fin de que alumbre a todos los de la casa. e. Así, pues, debe brillar su luz ante los hombres para que vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre de ustedes que está en los Cielos» (Mateo 5, 13-16).
Si no se puede esconder una ciudad edificada en un cerro, ¿cuánto más la Iglesia que debe ser sal y luz para este mundo en tinieblas? Cristo quiere que su Iglesia sea algo que el mundo pueda ver y entender que ahí está el verdadero Dios, pues como luz que ilumina a toda la humanidad se vea en ella las buenas obras y así sea Dios glorificado.
«El reino de los cielos se parece a una semilla de mostaza que un hombre toma y siembra en su campo. Es más pequeña que las demás semillas; pero, cuando crece es más alta que otras hortalizas; se hace un árbol, vienen los pájaros y anidan en sus ramas» (Mateo 13, 31-32).
¿Cómo cada hombre o mujer va a ingresar en la Iglesia única y verdadera de Cristo, si no la pueden ver? Si no pueden identificar cuál es...
¿Cómo se va a cumplir la voluntad de Dios, que quiere que todos nos salvemos y lleguemos a la plenitud de la verdad, si no sabemos dónde dirigir nuestra mirada? Y esto es lo que busca Satanás y lo que quiere, que los seres humanos en su búsqueda de Dios no lo puedan encontrar en la plenitud de la verdad total, sino, a lo más, en verdades parciales y llenas de conceptos puramente humanos.
Por eso, la Iglesia, como signo visible de salvación puede acoger en su seno a todo hombre y mujer que quiera salvarse y quiera adquirir la plenitud de la verdad.
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Pero tal vez seguirás insistiendo en justificar lo injustificable: «Bueno, todo eso podrá ser cierto, pero Cristo dijo que donde dos o tres se reúnan en mi Nombre allí estoy Yo. Por lo tanto, si habemos varios cristianos, independientemente de la denominación cristiana que pertenezca cada cual, si nos unimos en oración sincera, allí estará Cristo. ¿O vas a negar que Cristo en esto no cumple su promesa?»
Es un punto muy fuerte y hay que reconocer su validez, pero ello sólo me indica el infinito amor de Dios para con todos sus hijos a quienes quiere revelarse en la plenitud de la verdad, tal y como lo vemos manifestado en la Biblia.
Ahora bien, en otra parte es el mismo Cristo quien nos deja ver el verdadero sentido de esa promesa al asegurarnos que él posee unas obejas (creyentes suyos) que no pertenecen a su redil (es decir, que no forman parte de su Iglesia), a ellas él las llámará para que pertenezcan a su Iglesia, y así habrá un solo rebaño bajo un solo pastor (Juan 10, 14-16).
Por tal motivo, esa promesa de Cristo no la puedo utilizar para mantenerme al margen de la verdad total, puesto que si realmente me considero cristiano y auténtico seguidor de Cristo, tengo que aceptar toda la verdad aunque ello me duela. Y la verdad es que el deseo de Cristo es que nos unamos en oración, bajo una misma y única Iglesia. Esta es una gran verdad bíblica que está tan bien argumentada y clara en el Nuevo Testamento, que cerrarse a esta realidad y verdad, es cerrarse a la acción y voluntad del Espíritu Santo. Veamos.
VI. La unidad en la Iglesia es signo infalible que identifica a la única y verdadera Iglesia de Cristo
Los textos que siguen a continuación son abundantes y bastante claros.
Así pues, espero que los leas y que el Espíritu Santo te ilumine.
a. La unidad de la Iglesia es un deseo expreso de Jesucristo, no una utopía imposible de cumplir.
«No ruego solamente por ellos, sino también por todos aquellos que por su palabra creerán en mí. Que todos sean uno como Tú, Padre, estás en Mí, y yo en Ti. Sean también uno en nosotros: así el mundo creerá que tú me has enviado.
Esa gloria que me diste, se la di a ellos para que sean uno como Tú y Yo somos uno. Así seré yo en ellos y tú en mí, y alcanzarán la unión perfecta. Entonces el mundo reconocerá que tú me has enviado, y que a ellos les has dado el mismo amor que a mí me distes» (Juan 17, 20-23).
Este texto manifiesta cual es la voluntad de Jesucristo: que todos sus discípulos sean uno, como él y el Padre son uno. Es decir, una unidad tan real y profunda que no admita ningún tipo de división. Una unidad que abarque en profundidad y extensión todos los ámbitos de la Iglesia: la doctrina, lo moral y lo espiritual. ¿Qué importancia tiene esta unidad que tan insistentemente Cristo pide en esta oración? «Para que el mundo crea que Tú me has enviado.» Esta es la clave y la importancia capital. ¿Por qué el mundo no ha creído? Gran pregunta que los cristianos debemos contestar y resolver.
b. Es un deseo expreso de Dios de que haya unidad de doctrina en su Iglesia.
«Uno es el Señor, una la fe, uno el bautismo. Uno es Dios, el Padre de todos, que está por encima de todos, y que actúa por todo y en todos. La meta es que todos juntos nos encontremos unidos en la misma fe y en el mismo conocimiento del Hijo de Dios, y con eso se logrará el Hombre Perfecto, que, en la madurez de su desarrollo, es la plenitud de Cristo» (Efesios 4, 3-6.13-14).
Entonces, ¿cuál es y cómo debe ser la unidad que el Espíritu Santo ha establecido para la Iglesia de Cristo? Lógicamente, si existe un sólo Dios, un sólo Señor, por fuerza ha de haber una sola fe y un sólo bautismo. Por lo tanto, esta definición bíblica de unidad excluye cualquier intento o tipo de unidad puramente material. La unidad entre iglesias (como los concilios y
asambleas de iglesias en el protestantismo) pero con credos diversos no representa para nada la unidad establecida y querida por Dios.
Este texto nos señala que la Iglesia única y verdadera de Jesucristo se fundamenta en una unidad material y formal. Material porque es la misma en todas partes del mundo por donde está esparcida; formal porque su contenido doctrinal, moral y espiritual es el mismo en todas partes y en todas las épocas. Por eso, esta es la Iglesia que nos puede asegurar que podemos adquirir el mismo conocimiento del Hijo de Dios, por lo que podemos llegar todos juntos hacia la perfección y madurez de la plenitud de Cristo.
«Me extraña que tan pronto hayan abandonado a Dios que, según la gracia de Cristo, los llamó, para seguir otro Evangelio. No es que haya otro, sino que ciertas personas han sembrado la confusión entre ustedes y quieren dar la vuelta al Evangelio de Cristo. Pero, aunque viniéramos nosotros o viniera algún ángel del cielo para anunciarles el evangelio de otra manera que lo hemos anunciado, ¡sea maldito! Ya se lo dijimos antes, pero ahora lo repito: si alguien viene con un evangelio que no es lo que ustedes han recibido, ¡sea maldito!» (Gálatas 1, 6-9).
Sólo y exclusivamente la única y verdadera Iglesia fundada por Jesucristo, tiene el encargo y la misión de predicar Su Evangelio (ver Efesios 3, 8-11). Si la Iglesia lleva dos mil años predicando el Evangelio de Cristo, ¿por qué aferrarse a interpretaciones recientes de los hombres? ¿Qué sentido tiene el que adquiera parte de ese Evangelio mezclado con opiniones y creencias humanas, cuando puedo tener toda la plenitud del Evangelio?
c. Es un deseo expreso de Dios de que haya unidad de cuerpo en su Iglesia.
«En realidad, ya han probado lo bueno que es el Señor. Acérquense a él; ahí tienen la piedra viva rechazada por los hombres, y sin embargo escogida por Dios, que conoce su valor. Y también son ustedes piedras vivas con las que se construye el Templo espiritual. Ustedes pasan a ser una comunidad de sacerdotes que, por Cristo Jesús, ofrecen sacrificios espirituales y agradables a Dios» (1Pedro 2, 3-5).
Lo maravilloso de la unidad querida y manifestada por el Espíritu Santo es que, a parte de la unidad material y formal que ella representa, también se da una unidad de espíritus, de almas espirituales redimidas y salvadas.
Una unidad universal de todos los miembros de la Iglesia de Cristo que, como un solo cuerpo, formamos el templo espiritual donde ofrecemos todos juntos el mismo y único Sacrificio espiritual y agradable a Dios: la Santa Misa (Ver Malaquías 1, 11).
«Vino como evangelizador de la paz, paz para ustedes que estaban lejos, paz para los judíos que estaban cerca. Por él, en efecto, llegamos al Padre los dos pueblos en un mismo Espíritu. Así, pues, ustedes ya no son extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos del pueblo de los santos; ustedes son de la casa de Dios. Ustedes son la casa cuyas bases son los apóstoles y profetas, y cuya piedra angular es Cristo Jesús. En él toda la construcción se ajusta y se alza para ser un templo santo en el Señor. En él, ustedes también están incorporados al edificio para que Dios habite en ustedes por el Espíritu» (Efesios 2, 17-22).
«Les hablo como a personas inteligentes; juzguen ustedes mismos lo que voy a decir. La copa de bendición que bendecimos, ¿no es una comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es una comunión con el Cuerpo de Cristo?
Como uno es el pan, todos pasamos a ser un solo cuerpo, participando todos del único pan» (1Corintios 10, 15-17).
«Del mismo modo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros, aun siendo muchos, forman un solo cuerpo, así también Cristo. Todos nosotros, ya seamos judíos o griegos, esclavos o libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un único cuerpo. Y a todos se nos ha dado a beber del único Espíritu» (1Corintios 12, 12-13).
Un mismo Espíritu, un sólo templo, un mismo edificio, un sólo pan, un sólo cuerpo, un sólo bautismo en el mismo Espíritu… Todas estas formas de manifestar la unidad, son claves para identificar fácilmente la única y verdadera Iglesia de Cristo.
d. Es un deseo expreso de Dios de que haya unidad de apostolado en su Iglesia.
«Tomen el ejemplo de nuestro cuerpo: es uno, aunque conste de varios miembros, pero no todos tienen la misma función. Lo mismo nosotros, con ser muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo, y dependemos unos de otros. Así, pues, sirvamos cada cual con nuestros diferentes dones. El que, por don de Dios, es profeta, hable cuanto le inspire su fe. Que el diácono cumpla su oficio; que el maestro enseñe la doctrina; el que motiva a los demás, que sea convincente» (Romanos 12, 4-8).
«Hay diferentes dones espirituales, pero el Espíritu es el mismo; hay diversos ministerios, pero el Señor es el mismo; hay diversidad de obras, pero es el mismo Dios quien obra todo en todos» (1 Corintios 12, 4-11).
«Así, pues, Dios nos ha establecido en su Iglesia. En primer lugar, los apóstoles, en segundo lugar los profetas, en tercer lugar los maestros. Después vienen los milagros, después el don de curación, la asistencia material, la administración de la Iglesia y el don de lenguas. ¿Acaso son todos apóstoles? ¿Son todos profetas? ¿Son todos maestros? ¿Pueden todos obrar milagros, o curar a los enfermos, o hablar en lenguas, o explicar lo que se dijo en lenguas? Ustedes, sin embargo, aspiren a los dones más preciosos» (1Corintios 12, 28-31).
«Así, pues, Cristo es quien dio a unos el ser apóstoles, a otros, ser profetas, o aun, evangelistas, o bien pastores y maestros. Así preparó a los suyos para los trabajos del ministerio en vista a la construcción del cuerpo de Cristo. La meta es que todos juntos nos encontremos unidos en la misma fe y en el mismo conocimiento del Hijo de Dios, y con eso se logrará el Hombre Perfecto, que, en la madurez de su desarrollo, es la plenitud de Cristo. Entonces no seremos ya niños a los que mueve cualquier oleaje o cualquier viento de doctrina, y a quienes los hombres astutos pueden engañar para arrastrarlos al error. Más bien, con un amor auténtico, creceremos de todas maneras hacia aquel que es la cabeza, Cristo.
Él da organización y cohesión al cuerpo entero, por medio de una red de articulaciones que son los miembros, cada uno con su actividad propia, para que
el cuerpo crezca y se construya a sí mismo en el amor» (Efesios 4, 11-16).
Es interesante ver y constatar como, a lo largo del Nuevo Testamento, se va desarrollando y estableciendo la manera, forma y el cómo se va a manifestar a la humanidad la Iglesia única de Cristo a lo largo de la historia hasta el fin del mundo. Así como el cuerpo tiene cabeza, la Iglesia también tiene una Cabeza: Jesucristo. Luego, si existe una Cabeza es para que haya un sólo cuerpo. Pero así como el cuerpo se compone de varios y diversos miembros ejerciendo una función específica (¡ojo! que no actúan independientemente), actúan de tal manera que se complementan mutuamente, haciendo de este cuerpo de Cristo una obra perfecta encaminada a la madurez y la perfección cristiana. Sólo la unidad perfecta, tal y como es manifestada en la Biblia, garantiza esa madurez y perfección que desembocará en el conocimiento perfecto del Hijo único de Dios.
Luego, para que esa madurez y perfección se dé, la Iglesia debe manifestarse abiertamente y de tal manera que, todo aquel que quiera ingresar a ella, lo pueda hacer sin errar el camino. Luego, la Iglesia debe
ser una institución lo suficientemente visible para que, sin los prejuicios que nublan y siegan la mente, pueda ser fácilmente identificable para todos aquellos que a ella quieran ingresar.
e. La unidad como signo indiscutible de la única y verdadera Iglesia de Jesucristo.
«Se reunían frecuentemente para escuchar la enseñanza de los apóstoles, participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones.
»Los creyentes estaban todos unidos y poseían todo en común.
»A diario acudían fielmente e íntimamente unidos al templo.
»El Señor iba incorporando a la comunidad (Iglesia) a cuantos se iban salvando» (Hechos 2, 42.44.46a.47b).
En este texto vemos como un resumen de lo que hasta ahora se ha ido exponiendo como enseñanza bíblica que, a todas luces es la verdad revelada en cuanto a la unidad de la Iglesia de Cristo se refiere. No hay ni existe teoría humana ni supuestamente angélica que pueda cambiar esta realidad.
Sólo y exclusivamente la Iglesia fundada por Jesucristo mismo en persona mientras estuvo en la Tierra, puede manifestar clara y visiblemente este grado de unidad.
¿Y qué es lo que esta unidad manifiesta y significa en la gran obra de la Redención? Si Dios ha querido comunicar al mundo su verdad, la Verdad que nos ha revelado a través de su Hijo, ella no debe ser piedra de tropiezo, sino de salvación. La división, el desorden, el caos no pueden ser obra de Dios. Sólo Dios es recto y ordenado en sus cosas; los hombres, NO.
Esta verdad es signo claro y evidente de permanencia, estabilidad, seguridad doctrinal, etc., de la obra que Cristo nos ha traído para nuestra salvación.
Por eso, es verdad bíblica que Dios es Dios de orden, no de desorden.
«Los espíritus que hablan por los profetas obedecen muy bien a los profetas, porque Dios no es Dios de desorden, sino de paz» (1Corintios 14, 32-33).
De ahí que el desorden y el escándalo de las divisiones, es un signo opuesto al querer de Dios. Se opone radicalmente y es un grave obstáculo para la propagación del Evangelio de Jesucristo. «Hermanos, les ruego que tengan cuidado con esa gente que va provocando divisiones y dificultades al enseñarles cosas distintas de las que ustedes han aprendido; aléjense de ellos, porque esas personas no sirven a Cristo Nuestro Señor, sino más bien a sus propios vientres, y con palabras suaves y agradables engañan los corazones sencillos» (Romanos 16, 17-18).
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Pero siempre habrá quien no queriendo escuchar la Palabra de Dios, se aferrará a su prejuicio y fanatismo, y hará todo lo posible por eludir estas verdades que hasta ahora se han planteado con toda claridad y el rigor bíblico requerido.
Los protestantes en general acusan a la Iglesia Católica de enseñar doctrinas de hombres, y se aferran a textos bíblicos tales como este del Antiguo Testamento: «Maldito el hombre que confía en otro hombre» (Jeremías 17, 5). Pero la realidad es que, estas acusaciones se convierten en trampas para ellos mismos. ¿Por qué? Veamos.
A lo largo de esta obra hemos visto hasta ahora que la única iglesia que se ajusta con todas las verdades y promesas bíblicas es la Iglesia Católica Apostólica Romana, por lo que su enseñanza es real y directamente de Cristo; mientras que el protestante se aferra a la enseñanza y la interpretación de su ministro o pastor, quien le explicará la Biblia según la línea de pensamiento de la iglesia a la cual pertenece. Entonces, ¿quiénes son los que siguen doctrinas de hombres? ¿los que pertenecemos a la Iglesia fundada por Jesucristo o los que siguen iglesias fundadas por los hombres?
«Pero es que la Biblia dice bien claro que Cristo es el único y eterno sacerdote que no puede ser reemplazado, por lo que la iglesia católica se equivoca al tener sacerdotes…»
Como si la Iglesia pretendiera sustituir el único Sacerdocio de Cristo.
Pues se equivocan.
En una ocasión una hermana misionera trajo a colación cómo un hermano separado, utilizando el texto bíblico de Hebreos 7, 11-28, quiso hacer ver que el sacerdocio ya había caducado por el único Sacerdocio de Cristo y que, por lo tanto, ya no es valido el sacerdocio católico. Vemos como, ignorantemente o a sabiendas, los textos bíblicos son manipulados de tal forma para hacerles decir lo que no quieren decir. Allí se habla expresamente del sacerdocio de la Antigua Ley, cargo ocupado por los hijos de Levi, que constantemente tenían que ofrecer sacrificios por los pecados, tanto por ellos mismos como por el pueblo. No así Cristo, quien fue constituido «sacerdote para la eternidad, a semejanza de Melquisedec» (Hebreos 7, 17).
Y, como todo el texto indica que Jesús es el único y eterno Sacerdote, deducen con ello que el sacerdocio católico viene sobrando, está de más pues pretende sustituir al de Cristo.
Primero. No podemos dejarnos llevar por los términos sacerdote, pastores, ministros… puesto que son nombres con los cuales se quiere identificar un cargo en la Iglesia, cuya función es ser representante de Cristo.
Para los católicos, el hombre llamado y consagrado para ejercer dicho cargo es llamado sacerdote, pues él es el encargado por Dios para ofrecerle oraciones y el culto legítimo y público de la Iglesia.
Segundo. El sacerdocio católico se fundamenta en el Sacerdocio de Cristo quien le da su razón de ser. Además, San Pedro llama a los miembros de la Iglesia sacerdotes de Cristo: «Ustedes pasan a ser una comunidad de sacerdotes que, por Cristo Jesús, ofrecen sacrificios espirituales y agradables a Dios» (1Pedro 2, 5).
Tercero. El sacerdote católico fue designado por Dios para ofrecer el Sacrificio Santo y agradable a Dios --no otro sacrificio, sino el mismo realizado por Cristo en la Cruz--, cumpliendo con ello el deseo de Cristo: «Que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, y después de dar gracias lo partió, diciendo: “Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes; hagan esto en memoria mía.” De la misma manera, tomando la copa después de haber cenado, dijo: “Esta es la Nueva Alianza en mi sangre. Siempre que beban de ella, háganlo en memoria mía”» (1Corintios 11, 23-25). El texto es sumamente claro e indica y señala, de un modo inteligible, que Jesucristo manda y, en cierto modo, ordena que lo que él acababa de realizar, ellos, los apóstoles, debían también realizarlo como memorial, es decir, traer al presente de la celebración, aunque de un modo incruento, el momento histórico de su Pasión y Muerte en cruz y la consecuente manifestación gloriosa de su Resurrección. Eso es la Santa Misa: la repetición del único y eterno sacrificio de Cristo por la remisión de los pecados de la humanidad. No es otro sacrificio, ni mucho menos un sacrificio añadido al de Cristo ni al modo de la Antigua Ley.
Cuarto. Es en la Santa Misa donde se cumple la profecía de Malaquías: «Desde donde sale el sol hasta el ocaso, en cambio, todas las naciones me respetan y en todo el mundo se ofrece a mi Nombre tanto el humo del incienso como una ofrenda pura. Porque mi fama se extiende por todos los países, sostiene Yahvé de los Ejércitos» (Malaquías 1, 11).
Así, el sacerdote católico viene a cumplir la profecía al ofrecer a Dios «el humo del incienso» --la oración de la Iglesia (para referencia ver Apocalipsis 5, 8 y 8, 3-4)--, y «una ofrenda pura» --la víctima del único y eterno Sacrificio: Jesucristo, Hostia viva y veraz--. De esta manera el sacerdote católico ejerce un verdadero y auténtico sacerdocio que emana del único y eterno Sacerdocio de Cristo y que, como bien dice San Pedro, son «sacerdotes que, por Cristo Jesús, ofrecen sacrificios espirituales y agradables a Dios».
Quinto. Los protestantes no quieren admitir el pastoreo de nuestros sacerdotes en la única y verdadera Iglesia de Jesucristo, pero se aferran a la autoridad y pastoreo de sus ministros y pastores que se han adjudicado ellos mismos una misión a la que Cristo no los llamó ni les autorizó realizar.
Sexto. Nuestros pastores, los legítimos sucesores de los apóstoles y, por consiguiente, verdaderos representantes de Cristo en la tierra, son columnas y fundamentos de unidad, principio básico y fundamental en la identificación de la única y verdadera Iglesia de Cristo; mientras que los pastores y ministros de las iglesias separadas son signos de desacuerdos, desordenes y confusión doctrinal, moral y espiritual que ha llevado y degenerado en las múltiples e incontables iglesias y sectas que hoy pretenden, cada una de ellas, ser la Iglesia de Cristo.
Y para que veas que no estoy exagerando ni hablando en el vacío, veamos la siguiente argumentación bíblica con relación a la jerarquía de la Iglesia fundada por Cristo, por consiguiente, de la Iglesia Católica Apostólica y Romana.
Ver tercera parte: VII. La única y verdadera Iglesia fundada por Jesucristo es jerárquica.
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